Un informe del Indec dio a conocer la recuperación de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional durante el segundo trimestre de 2023. Sin embargo, el escenario de crisis económica relativiza esta supuesta mejora. ¿Cómo incide el poder de negociación de los trabajadores en el reparto de la torta? ¿Estamos lejos del mentado “fifty-fifty”? ¿Cuál debería ser el rol del Estado y el de los sindicatos?
Opinan: Tomás Raffo, economista del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPPyP); Juan Graña, Doctor en Economía e investigador del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo de la UBA; y Mariana González, economista, docente e investigadora del CONICET y CIFRA-CTA.
Por Florencia Mártire y Mariana Portilla
Ilustración: Adictos Gráficos
La economía argentina estaría entrando en recesión y los pronósticos son pesimistas. Desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hasta la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), sin escalas, prevén más retracción económica para el país.
No obstante, a finales de octubre el Indec dio a conocer un dato que a priori suena alentador, y es que en el segundo trimestre de 2023 los trabajadores recuperaron 3,8 puntos porcentuales en su participación del ingreso nacional. El informe indica que, en ese período, las remuneraciones al trabajo asalariado representaron un 44,6 por ciento del valor agregado que generó la economía.
Una buena noticia, pero relativa. Hilando fino, estos indicadores muestran que la masa salarial -constituida por el salario multiplicado por la cantidad de asalariados que existen- no decreció al mismo tiempo que decreció la economía: el Producto Bruto Interno (PBI) retrocedió un 4,33 por ciento a la vez que el número de trabajadores asalariados se incrementó en un 1,95 por ciento.
Claro está que la mejora resultó imperceptible para los trabajadores cuyos ingresos vienen retrocediendo de forma ininterrumpida desde 2017, y volvió a poner el foco en algunos interrogantes: ¿Puede pensarse en una recuperación del salario real? ¿Se están dando pasos para crear empleo de calidad? ¿Cuánto de la riqueza que se genera queda para los trabajadores y cuánto para el capital?
El eterno retorno de los salarios deprimidos
Mariana González, magíster en Economía, investigadora adjunta del CONICET y coordinadora del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA-CTA), explica lo que se vio durante este año en el país. “Por un lado, los salarios no se mueven. Es una realidad que viene sucediendo desde el inicio de la recuperación económica post pandemia. Van creciendo a la par de la inflación y están estancados”, dice. “En ese sentido, no hay ninguna recuperación salarial si lo comparamos respecto de lo que dejó Mauricio Macri. Durante su gobierno hubo una caída del 20 por ciento, y ahora estamos a ese nivel”.
Por otra parte, González señala que el crecimiento del empleo continuó durante 2023, aunque en menor proporción, a pesar de la caída de la actividad económica. “Entonces, aumenta la masa salarial porque hay algo más de empleo, aunque el salario no se haya incrementado demasiado, el nivel de actividad económica cae y el cociente (masa salarial sobre producto) da un poco más alto”, detalló en relación al mencionado informe del Indec.
Controlar la inflación significa también recuperar los salarios. “Estamos en un momento donde es fundamental poder controlar el nivel de inflación, porque ese nivel de inflación erosiona constantemente los salarios reales y hasta ahora eso no se está logrando, sino más bien lo contrario”.
No obstante, para que haya una mejora sostenida de las remuneraciones en el largo plazo, la investigadora señala que tiene que haber una economía que esté creciendo y generando empleo de calidad. “Venimos de varios años de una situación económica no necesariamente buena: algún estancamiento, la crisis del final del gobierno de Macri, el efecto de la pandemia, una recuperación que se frena por el impacto de la sequía, de las políticas acordadas con el Fondo. Pero es fundamental que haya un crecimiento fuerte, un crecimiento que sea intensivo en esos sectores que generan mejor empleo. De la mano de esos procesos, se puede pensar en una mejora de largo plazo de la estructura del empleo”.
Lejos del fifty-fifty
La persistencia de una altísima inflación y la precarización del mercado laboral hacen que todavía estemos muy lejos del mentado fifty-fifty, es decir, de la distribución del ingreso nacional en partes iguales entre trabajadores y dueños del capital, al que se había llegado e incluso superado en 2016 y 2017 cuando la remuneración al trabajo asalariado alcanzó el 51,8 por ciento del PBI, según el Indec.
Los cuatro años de gestión de Alberto Fernández sirvieron para mejorar -en parte- algunas variables sensibles, como el costo salarial y la productividad, pero los trabajadores aún son los perdedores en la puja distributiva.
Tomás Raffo, economista del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), entiende que se puede mejorar la distribución siempre y cuando el Estado esté dispuesto a ir a contracorriente de la tendencia natural de los empresarios, cuya estrategia es maximizar su rentabilidad y minimizar la participación de los trabajadores.
“Es muy difícil que haya un aumento de la participación de los trabajadores en la torta cuando la generación de riqueza está diseñada, principalmente, para producir hacia el mercado externo, para exportar productos primarios con una matriz muy primarizada donde el salario es un costo que hay que reducir para que haya exportaciones”, dice a Malas Palabras.
Por ende, hay que dar un vuelco a la matriz productiva y a la orientación económica para que sea el mercado interno el eje ordenador de la economía y permita que los trabajadores puedan disputar mejores condiciones.
“Discutir la inflación y discutir la precarización van de la mano con mejorar las condiciones de los trabajadores; sin embargo, hay que analizar que la inflación y la precarización tienen que ver con este cambio estructural que ha vivido la Argentina desde mediados de los ‘70 a esta parte, donde el mercado interno dejó de ser el motor de la economía”, finaliza el referente del IPyPP.
El desafío: Estado y sindicatos, de la mano
Entonces, ¿cuál es la perspectiva para los próximos meses? ¿El escenario puede llegar a deteriorarse aún más para los trabajadores? Todo depende -una vez más- de quién triunfe en el próximo balotaje.
“Con Javier Milei la economía seguro entra en un plan de ajuste muy severo donde el primer impacto será negativo para los salarios en términos de aumento de la inflación; por eso, el indicador de participación salarial va a dar muy mal en el corto plazo”, asegura Juan Graña, doctor en Economía e investigador del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo de la UBA.
Dependiendo de cuál sea la política económica del próximo gobierno, el futuro de los trabajadores se dirimirá entre un modelo primario exportador, donde el salario represente “puro costo” y el mercado interno no sea relevante, o un modelo donde se retomen las lógicas de la política industrial y de desarrollo interno.
“En el mediano plazo las cartas están echadas, pero a largo plazo, si no pasa ninguna calamidad, puede mejorar la estructura del empleo y con ella los salarios. El tema es que hay que salir de este estancamiento en el que estamos”, advierte Graña. “Hace diez años que la economía no crece de manera continuada y, en una economía que no crece, es muy difícil generar empleo de calidad, sobre todo porque cada dos años hay una crisis brutal y la negociación colectiva se enfoca en tratar de preservar los salarios y tiene muy poca energía para decir ‘bueno, formalicemos el empleo, mejoremos la calificación, hagamos programas de capacitación’”.
Pese a esta crítica situación, la esperanza es lo último que se pierde. Para el especialista, la participación de los trabajadores en el PBI puede volver a crecer, e incluso, llegar al fifty-fifty. Pero, ¿cómo?
“Se puede pensar en un horizonte de tres o cuatro años en el que se logre un proceso de transformación estructural, elevando la productividad de la economía y reindustrializando, sin forzar la economía sino transformándola estructuralmente para que pueda funcionar con esos niveles de participación asalariada y salarios altos”, detalla.
Y es aquí donde aparece un actor fundamental en la pelea por la distribución del ingreso: el entramado sindical que logró mantener la participación asalariada al nivel del 44 por ciento en medio de la fluctuante situación económica.
“Pasado este ajuste, los sindicatos van a ser centrales en la recuperación de los salarios. Hay que tener en cuenta que desde la asunción de Macri a esta parte los sueldos bajaron entre 20 y 25 por ciento en términos reales. O sea, podemos comprar un cuarto menos de lo que comprábamos hace ocho años”, finaliza Graña. “Ahí hay un espacio de disputa del excedente: si se ordena la economía, los sindicatos serán el actor por excelencia para rediscutir los niveles de salario y mejorar las condiciones de vida”.