Por José María Barbano.- Los festejos oficiales del año Napoleónico se han visto opacados por el coronavirus y algunas diferencias ideológicas internas. Porque mientras celebran la memoria del hombre que abrió el país al mundo moderno y esparció por Europa los ideales franceses, otros piensan que es tiempo de pedir perdón por la sangre derramada tras ambiciones personales. No obstante, unos y otros se congregan para homenajearlo cantando  la Marsellesa, marcha prohibida por el supremo Corso.
Para el caso, sirve el cuestionamiento que una vez plantearon mis alumnos adolescentes: “¿Cómo puede ser que los ideales y las luchas de la revolución francesa acabasen en el proyecto de Napoleón?”
En el sentir de ellos era como si los batallones formados contra la tiranía, al servicio de la libertad, la igualdad, la fraternidad, se hubieran puesto al servicio de los tiranos. ¡Cómo pudo ser que la voluntad popular de 1804 destruyese la voluntad popular de 10 años antes! 
PROBLEMAS VIEJOS
La misma pregunta puede hacerse desde la antigüedad. ¿Cómo las grandes enseñanzas de oriente, sabiduría, cultura, medicina pudieron caer en manos de occidente, no siempre para mejorarlas?
Ya Jesús se indignaba porque los escribas y fariseos de su época habían copado la cátedra de Moisés. Era demasiado temprano para preguntarse por qué su mensaje de hermandad y caridad tuvo que soportar una noche de San Bartolomé, y las guerras del Siglo XVI. O las cruzadas.
También podríamos preguntarnos por qué grandes obras del pensamiento humano acabaron alimentando hogueras exterminadoras.  O cómo la exuberancia de la naturaleza está manejada por los intereses económicos de los depredadores.  O cómo la variedad y profusión del mundo animal pudo caer en manos de los seres racionales. 
Y POR CASA…?
No es fácil comprender cómo una constitución federal acabó frecuentemente manejada por criterios unitarios.
Cómo en algún momento la democracia pudo confiar su estabilidad en manos del teniente coronel Varela y sus influyentes amigos.
Cómo, los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, garantía de la democracia tripartita, se revuelcan en los escritorios de funcionarios implicados en la misma telaraña de intereses políticos, partidarios y personales.
CAUSA Y EFECTO
El acceso de Napoleón al Consulado y su crecimiento hasta la coronación llegó como la caída de un fruto maduro. La ineficacia del poder constituido pero desconcertado, la lucha de intereses de sector, la corrupción de los funcionarios y el alejamiento del sentir de las mayorías populares trituraron 15 años de ideales revolucionarios.
Es una lección para aprender.
No son demasiados los verdaderos líderes políticos que crecieron en nuestro país. Son muchos los que reclaman ser herederos  y  sucesores.
No siempre es fácil reconocer en ellos la encarnación de los principios fundacionales que garantizaron el bien común y el progreso de la patria





















							
							
							
							
							








