José María Barbano.- Camino al cementerio de Santa Clara (Cuba) existe un puentecito sobre el arroyo de la Tenería, poca distancia del camposanto.
La tradición mandaba que allí se detuviera el cortejo para la despedida. Alguien hacía el panegírico del difunto exaltando sus buenas cualidades… (y olvidando las malas) Así se proclamaba la bondad del despedido y todos reconocían: ¡Qué bueno era!
En oportunidades acompañé alguno de esos cortejos. Parecía olvidada la tradición del panegírico. Pero los parientes con lágrimas sinceras; los amigos, con porte adusto; los agregados, con alguna sonrisa benevolente; todos cruzaban repitiendo como un mantra: ¡Qué bueno era! ¡qué bueno era!
EL10. Evocando las últimas despedidas, salta a la memoria el complicado sepelio del 10. La muerte en soledad, el desborde bullicioso del adiós y los cantos y aclamaciones merecidos. Pero muy pronto las acusaciones, las denuncias, los juicios, los intereses, las peleas domésticas, superaron las aclamaciones. Fue muy bueno fue el mejor. Sólo que un cúmulo de basura emergente nos hace olvidar qué bueno era.
EL 0. Cuando las fechas de la Fórmula 1 solía cerrar mi espacio de radio exclamando: ¡vamos Lole todavía! Seguro que los oyentes apreciaban más mi fanatismo que mi discurso previo. Fue piloto importante de una escudería exitosa. Su papel de segundo por contrato lo ejerció con dignidad y eficiencia. Pero ahora, en el puentecito, lo esperaban la indiferencia, las protestas, los insultos. Sería mejor que se perdieran para siempre las notas fúnebres de la prensa. Su paso por la política nos hizo olvidar lo bueno que había sido.
UN NÚMERO MÁS. La pandemia nos atiborro el puente. No hubo panegíricos, ni honores, ni velorios, ni despedidas y llantos compartidos. Se nos fueron como un torrente, se nos escurrieron de a diez o veinte por hora. Fueron abuelos, jóvenes, artistas, políticos, profesionales. El arroyo socavó los cimientos y se desmoronó el puente. Sólo nos queda la memoria como un número gigante que hirió a nuestras familias y achicó el país. Quedará como una cicatriz dolorosa en nuestra vida recordando lo bueno que era cuando estábamos todos juntos.