Fabián Salvioli, ex titular del Comité de Derechos Humanos de la ONU, y actual director del Instituto y de la Maestría en Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, escribió una columna para el portal Asuntos del Sur, sobre la tan hiriente propuesta del presidente del bloque de diputado del PRO, Nicolás Massot:
Estos días se asiste a un debate sobre la necesidad de “reconciliar” a la sociedad Argentina en relación a los crímenes contra la humanidad cometidos por el terrorismo de Estado durante los años 70. Una vez más, a través de los medios de comunicación, realizamos el festival de “hablemos sin saber” sobre cuestiones de alta sensibilidad.
Verdad, justicia y plena reparación a las víctimas (incluidas garantías de no repetición) son los elementos que Naciones Unidas considera indispensables para cubrir las obligaciones de los Estados en materia de garantizar los derechos humanos, y consolidar el Estado democrático de derecho.
Falsamente se habla de “reconciliación” como un mecanismo por el cual se “reconcilian” víctimas y verdugos, se olvida el pasado y se “mira hacia delante”. Nada de ello es cierto en el derecho internacional: por un lado, la reconciliación, un valor muy importante, no tiene nada que ver con el perdón de víctimas a verdugos, y también debe decirse algunos de esos crímenes son presentes y no del pasado (como las desapariciones forzadas, que por ser de ejecución continua se siguen perpetrando aún hoy hasta la aparición con vida de la persona desaparecida o la identificación de sus restos mortales –a lo cual, por cierto, los verdugos podrían cooperar y siempre se han negado a ello-).
La reconciliación en el derecho internacional de los derechos humanos tiene contornos precisos, no es lo que a cualquier persona se le ocurre decir ni representa el mismo hecho de dos vecinos que se amigan luego de pelearse por una medianera.
Existe en Naciones Unidas precisamente un experto independiente con el cargo de Relator Especial sobre verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, encargado de prestar asistencia técnica a los Estados y estudiar las situaciones que enfrentan diversos países del mundo que han tenido graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos y/o al derecho humanitario.
En su informe de fecha 9 de agosto de 2012 (A/HRC/21/46 para quien quiera consultarlo) el Relator destaca que “la reconciliación no debería concebirse como una alternativa a la justicia ni como un fin que puede lograrse con independencia de la aplicación del enfoque global de las cuatro áreas de acción (verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición)”, para indicar a continuación que la reconciliación implica “la circunstancia en que las personas pueden recobrar la confianza mutua en su calidad de titulares de iguales derechos. Esto significa que las personas que están bajo la jurisdicción de un determinado Estado se adhieren debidamente a las normas y valores en que se fundan las instituciones que lo dirigen; confían en grado suficiente en que aquellos que trabajan en esas instituciones también lo hacen sobre la base de esas normas y valores, incluidas las normas que hacen de las personas titulares de derechos; y están suficientemente seguros de la voluntad del resto de cumplir y respaldar esas normas y valores” (párrs. 37 y 38).
La reconciliación es fundamental para la consolidación del Estado de derecho y el sistema democrático; también para avanzar decididamente a un futuro mejor.
La reconciliación es de la sociedad con el Estado, no de víctimas con sus victimarios (solamente a una mente sádica se le puede ocurrir pedir que una víctima se reconcilie con su verdugo).
La sociedad argentina se ha reconciliado con el Estado, luego de un largo proceso, que comenzó con la histórica decisión del primer gobierno democrático de crear la Conadep y realizar el juicio a quienes integraron las juntas militares; luego con los juicios por la verdad, y el trascendental paso de la anulación de las leyes de impunidad y el proceso de aplicación de la justicia, propio de un Estado de derecho en el que no se acude a la venganza ni a la impunidad.
Esa reconciliación se reforzará profundizando los procesos de verdad, justicia y reparación a las víctimas, y no yendo en sentido contrario. Para que quede claro: no existe nada más incompatible en esta materia que reconciliación e impunidad.
El modelo argentino es ejemplo para todo el mundo, como lo ha reconocido reiteradamente el Relator de Naciones Unidas y también órganos del sistema interamericano; la República Argentina ayudó a determinar los estándares a partir de los cuales el derecho internacional recomienda abordar las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos.
La reconciliación en Argentina ya sucedió: la sociedad se ha reconciliado con el Estado de derecho y confía en el mismo y sus instituciones; ello sólo ha sido posible a partir de los procesos de justicia que deben continuar su marcha sin interferencia alguna.
No deberíamos ir hacia atrás en, probablemente, la contribución más valiosa que Argentina le ha dado a la comunidad internacional en las últimas décadas, a menos que decidamos –de manera bien idiota- convertirnos en una sociedad decididamente menos digna.
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JUAN FALÚ: “TE LA DEBO”
(Leído en el facebook personal del conocido músico popular)
Con qué me tengo que reconciliar Massot?
Contame, explícame en detalle.
Habla despacio, se minucioso.
Hablame de la estafa, el robo, el asesinato.
Hablame de la deuda, la fortuna, los silencios familiares. Dame nombres de aquellos que quieren la reconciliación y contame de sus crímenes
Hablame de cómo un camión cargado hasta las pelotas de soldados cruza la ciudad en la noche y nadie ve nada.
Contame cómo acribillan una casa, cómo suena una granada que explota en el cuarto de al lado. Contame cómo vuelan esquirlas, vidrios, muebles astillados.
Contame cómo suena un cráneo al quebrarse.
Cómo grita una mujer arrastrada por los pelos? contame si escupe sangre cuando patean su pecho.
Contame Massot con qué me tengo que reconciliar.
Contame cómo duele y huele la piel picaneada.
Contame del pudor, del terror del desnudo con capucha, el frío, el asco, el orín y la mierda;
contame de quienes tomaban turnos durante días para violar una detenida antes de pegarle un tiro. Contame en detalle, anímate cagón a contarme minuciosamente cómo se ve la cara de una madre, que da a luz un bebé que van a robarle.
Contame de los camiones cargados de muebles de detenidos que iban a venderse en casas de remate o en clasificados de Clarín.
Contame en detalle, tomate tu tiempo, quiero saberlo todo porque no puedo reconciliarme con un «nunca se sabrá».
Porque cuando hay crímenes de por medio la reconciliación se llama justicia.
Así que contame Massot dónde están, decime quiénes, cuando y cómo.
Contame todo por la memoria y la verdad. Contame todo, y dejá que se haga justicia.
La reconciliación con estafadores, genocidas, violadores, ladrones comunes con uniforme o traje empresario.
Te la debo.