Por Julián Pilatti (publicado también el portal ‘altatrama.com’)
En estas pascuas el discurso hegemónico revitaliza la imagen de Jesús como el salvador, el hijo de Dios. Pero ¿dónde quedan las reflexiones sobre la vida de un campesino pobre que vivió y murió por un mensaje de igualdad, amor al prójimo y justicia?
Sin dudas Jesús es una de las figuras más populares y con mejor imagen en el mundo. Pero ¿cómo sería Jesús en la actualidad? ¿Cómo tratarían los medios a un joven barbudo proveniente de las clases populares que organiza a multitudes con un mensaje de liberación y esperanza? ¿Cómo caería eso al imperialismo y a los gobiernos de derecha del mundo, si un Jesús actual cuestionara a las clases dominantes ? como en una de sus frases célebres anuncia: “Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de los Cielos”.
¿Y qué pensarían de él los que hoy lo idolatran? ¿Lo llamarían terrorista, intentando confundir a la gente? En nuestro país, ¿le dirían “negro de mierda” o “subversivo”? ¿Le armarían causas falsas y buscarían meterlo preso?
Un proyecto de igualdad y liberación
Todo lo que sabemos del Jesús histórico proviene de algunos evangelios que se comenzaron a escribir 40, hasta incluso 85 años después de su muerte.
Esto no es solo un dato más, sino que muestra dos cosas fundamentales: que el mensaje de Jesús vivió mucho tiempo de forma oral -y que posiblemente se haya modificado en algunos detalles- y que los evangelios fueron escritos en un momento donde el cristianismo era ferozmente perseguido por el imperio romano. Por lo que probablemente muchos de sus pasajes debieron ser escritos en clave y con metáforas.
Pero hay un episodio más que no puede pasar inadvertido. Una vez que el movimiento cristiano se expande por todo oriente y llega a penetrar en los alrededores de Roma, el imperio decide anexar esa fe y la hace oficial, dejándola de perseguir.
El principal enemigo del cristianismo, era ahora quien avalaba el legado de Jesús. Pero claro, esta fue solo una estrategia para mantener su hegemonía en el pueblo, ya que al imperio romano lejos estaba de interesarle el mensaje libertador de Jesús.
Como todo imperio, la importancia era mantener el poder y en este caso, valió más la posibilidad de “absorber” al cristianismo, que seguir combatiéndolo. De forma similar a lo que el capitalismo intenta hacer día a día con la propia imagen de Jesús o la de otros revolucionarios como el Che Guevara.
Desde ahí, el cristianismo perdería su poder revolucionario, hasta la conformación de la Iglesia Católica, donde finalmente se desataron en su nombre, masacres de todo tipo -como las cruzadas occidentales o la conquista de América-, violaciones, torturas y quema de mujeres.
Tuvieron que pasar varios siglos para que un grupo de sacerdotes de la propia Iglesia plantearan una “Teología de la Liberación”, que básicamente empezó a refundar los orígenes reales del cristianismo.
Esto era: ayudar al prójimo, predicar y acompañar la organización popular para terminar con toda explotación, toda marginación e injusticia. Tal vez una de las frases más populares del cura tercermundista, Helder Cámara, lo refleje mejor: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”.
Un campesino pobre, que nació entre animales, que vio desde niño la opresión brutal del imperio, al que le mataron a su primer y único referente -Juan el Bautista-, pero que a pesar de todo terminó liderando un movimiento de masas desde sus enseñanzas sobre la solidaridad, el amor al prójimo y la organización en el pueblo, tal como visibiliza la corriente teológica de la liberación.
Su real propósito en la tierra
Viéndolo así, ¿cuántos han tenido la misma suerte que Jesús a lo largo de la historia? ¿Cuántas y cuántos militantes fueron asesinados por luchar por un mundo más justo, luego de compartir el pan y el vino con los pobres?
Hoy en la tierra que caminó y militó Jesús, Palestina, todavía continúa la opresión, la muerte y la sed de justicia. No está ya el Imperio Romano, pero existe un Estado invasor: Israel.
Y de forma similar, pero a nivel mundial, el sistema económico actual se constituye como el juego perverso de poder y dominación de una élite, gracias a la explotación y vulneración de derechos de millones de personas. En el mundo de hoy, tan solo el 1% más rico tiene el 50% de toda la riqueza producida, mientras que el 99% restante se reparte lo que queda.
Pese a la mala reputación que la fe cristiana puede tener dentro de los círculos progresistas y de izquierda, sería un error rechazar rápidamente el mensaje de Jesús si se comprende cuál fue en realidad su propósito en la tierra, y la potencialidad que tiene aún hoy la doctrina por una sociedad en la que se repartan los panes y los peces.
Más allá de los relatos de milagros y de las interpretaciones religiosas, la figura de Jesús es un faro para los más desamparados, que todavía aguardan pacientes a su llegada. Quizás no deba ser el propio Jesús, sino la construcción de su proyecto de igualdad y liberación.