Soplan buenos y nuevos vientos en Latinoamérica. La asunción de Luiz Inacio “Lula” Da Silva incorpora musculatura política a la unidad regional. Tras años de desacople, las cuatro principales economías -de norte a sur, México, Venezuela, Brasil y Argentina- se hallan alineadas en una semejante dirección integracionista. En paralelo, organizaciones sindicales y movimientos de base pusieron en marcha el capítulo Social del instrumento continental CELAC.
Opinan Mónica Valente, referente del Foro de Sao Paulo, Ernesto Samper, ex Secretario General de la Unasur, y el analista político internacional Katu Arkonada.
Por Emiliano Guido
Foto: Presidencia
En la película “La cordillera”, del galardonado director Santiago Mitre, el actor Ricardo Darín interpreta los movimientos sigilosos de un presidente argentino durante una cumbre regional donde oficia de anfitrión. La cinta estrenada en el año 2017 expone las intrincadas negociaciones de un grupo de Jefes de Estado en pos de suscribir un pacto autónomo energético, y la dificultad de concretarlo por las sombras de un Brasil omnipresente y el unilateralismo económico de los Estados Unidos.
Si Mitre, autor también de “Argentina 1985”, estuviese encargado de dirigir ya no una ficción, sino un trabajo documental sobre la reciente cumbre de la CELAC de Buenos Aires, otros serían los ejes dramáticos de la pieza audiovisual. En “La Cordillera”, el mandatario brasileño es un dirigente embarcado en un diálogo unilateral con sus pares de la región. La película retrata a un Palacio Itamaraty acorde a la historia de Brasil, previo a la primera asunción de Luiz Inácio Lula Da Silva, es decir a una Cancillería verdeamarelha deseando tallar un acuerdo energético a su medida. Por el contrario, el actual presidente del gigante sudamericano comenzó a ejecutar en la capital argentina el hecho geopolítico más auspicioso para la región de los últimos años: el retorno de Brasil a la arena concertacionista.
Durante los últimos años un hilo de victorias electorales presidenciales de signo alentador construyó un hashtag que imprimió autoestima a la militancia político y social enlistada con la Patria Grande: “la segunda oleada progresista”. Sin embargo, a fuerza de rigor análitico, las asunciones de Luis Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia, y Pedro Castillo en Perú implicaron fortalecer un scrum progresista recostado exclusivamente sobre el arco andino mientras que la principal economía del Cono Sur, y único global player de la región, Brasil, estaba regido bajo la égida oscurantista y reaccionaria de Jair Bolsonaro.
Utilizando un lenguaje más llano que académico, y sobre todo teniendo en cuenta que las mencionadas victorias en las urnas dieron lugar a gobiernos como el chileno o colombiano que, más allá de ciertos giros latinoamericanistas implementados, han suscripto el acuerdo de libre comercio hemisférico APEP propuesto por Joe Biden en la reciente Cumbre de las Américas, la segunda oleada venía teniendo una coloratura más tenue que intensa, más rosa que roja.
En un artículo titulado “Los dilemas del progresismo en la CELAC” el investigador del CONICET Claudio Katz considera que el primer andamiaje común donde comenzará a notarse la incidencia de Lula a favor del armado político regional es en el bloque comercial Mercosur.
“Lula inauguró (en la cumbre de la CELAC) una estrategia de mediano plazo para recuperar el protagonismo regional de Brasil estrechando lazos con Argentina. El motor de ese relanzamiento es la reconstitución del Mercosur. Lula suscribió con Fernández un ambicioso acuerdo para recrear la integración de ambas economías en 15 áreas. Por esa vía el mandatario brasileño aspira a reposicionar a su país al frente de la región en las negociaciones con las grandes potencias. Esa revitalización del Mercosur exige recomponer previamente el equilibrio interno en Brasil entre dos sectores capitalistas muy disímiles: los agroexportadores y los industriales. Lula apuntala al primer segmento con el reinicio de las negociaciones para concretar el acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea”, sostiene Katz.
Odisea de la integración
Malas Palabras habló con Mónica Valente, secretaria ejecutiva del Foro de Sao Paulo, una histórica herramienta de articulación de los partidos populares de la región, además de protagonista de la reunión fundante de la CELAC Social en Buenos Aires, para conocer su mirada sobre los desafíos políticos más acuciantes que tensionarán a las tres Américas durante el presente año.
En principio, Valente reivindica la creación de la CELAC Social porque, a su juicio, la mesa común heredera de anteriores experiencias como el Foro Social de Porto Alegre “nace de la necesidad de que los pueblos, sus movimientos populares y sindicales, incidan sobre la marcha política común de nuestros gobiernos. Porque la integración no solo debe aunar los grandes intereses económicos, sino también que debe incorporar las necesidades reales del pueblo”.
Para el analista internacional Katu Arkonada, ex asesor ministerial en los gobiernos de Evo Morales en Bolivia -durante la charla con Malas Palabras, el consultor se hallaba precisamente en La Paz por tareas de investigación-, el retorno del Partido de los Trabajadores al Palacio Planalto eleva el segundo oleaje progresista zonal pero, a su vez, enfatiza que la nueva escudería de presidentes populares latinoamericanos, a diferencia del boom integracionista de principios de siglo, cuenta con muchos escollos.
“Estamos en un momento del proceso de integración, no de retroceso, pero sí de stand by. Sin ninguna duda, la unidad latinoamericana se fortalece a partir de la asunción de Lula. Contamos con las tres principales economías latinoamericanas alineadas en el eje progresista. Pero, hay claroscuros. México este año define su elección presidencial, y AMLO (Andrés Manuel López Obrador) no tiene posibilidad de reelegir, por lo tanto el clima político doméstico está a navajazos. Argentina también está sumida en un proceso electoral, y el oficialismo tiene riesgo de no permanecer en el gobierno. En otro plano, el nacimiento de la CELAC Social es positivo porque todo espacio zonal donde convergen organizaciones y experiencias de lucha política es alentador para la integración. A ver, cuando asumió Lula teníamos un mapa aparentemente coloreado en rojo; sin embargo, no es tan así. Primera observación, se cayó definitivamente el gobierno de Pedro Castillo; el gobierno de Gustavo Petro aún no ha cobrado forma para ver cuál es su incidencia a nivel continental. En este contexto considero que hay que recuperar la Unasur, nos la mataron los gobiernos de derecha, y los gobiernos amigos aún no la han puesto de pie”, estima Arkonada.
Precisamente, sobre el tema Unasur, en diálogo con Malas Palabras, el ex presidente colombiano y otrora Secretario General del organismo Ernesto Samper específica que: “Hay una clara voluntad política en por lo menos diez de los doce países (distingue el rechazo de los gobiernos de Ecuador y Uruguay) en recuperar la Unasur. Algunos gobiernos como Argentina y Brasil no han retirado del todo su membrecía, aunque sí Colombia. Pero, los tres países citados están ahora bajo una égida progresista y tienen interés en retornar, considero. Igualmente, el signo ideológico nunca es un aval de ingreso para la Unasur. Porque una cosa es la polarización ideológica que precipitó la crisis de la UNASUR, y otra la convicción política de poner en marcha una herramienta tan necesaria para estar integrados en tiempos signados por temas acuciantes como la pandemia, el calentamiento global, o del regreso a la guerra”.
Los gobiernos amigos, o compañeros, precisamente, presentan notorios matices en el actual proceso de integración regional. La cumbre de la CELAC expuso la falta de coordinación política que existe entre las locomotoras de la unidad latinoamericana. El presidente mexicano no asistió para manifestar su desinterés en participar de una cumbre donde todos los flashes periodísticos iban a estar dirigidos a Lula. Por otro lado, el cónclave en Buenos Aires tuvo otra inasistencia de peso: el presidente venezolano Nicolás Maduro no desembarcó en Ezeiza por los motivos conocidos y, de esa manera, el documento final no contó con la firma de un mandatario que, además de contar con las reservas petroleras más importantes del continente, ha reorientado la economía energética de su país en un prisma más aperturista y de diálogo con los Estados Unidos.
En ese sentido, para Katu Arkonada, el nuevo consenso popular latinoamericano debe incorporar en un pie de igualdad a la tríada bolivariana. “Cuba, Venezuela y Nicaragua son más constitutivos de la oleada regional. A ver, el eje bolivariano es fundador de la primera oleada progresista. Claro, los tres gobiernos constituyen una excepcionalidad porque viven bloqueados, enfrentan sanciones económicas. Los tres países son el ala izquierda de una segunda oleada progresista que tiene su parte más cauta, por ejemplo, en Chile”.
En paralelo, la secretaria ejecutiva del Foro de Sao Paulo estima que las citadas diferencias constituyen rasgos complementarios de una misma anatomía política: “La principal característica de este nuevo proceso de integración, a mi juicio, es el hecho de que el mundo transita un cambio geopolítico de envergadura, mayor aún a los cambios en el orden global al que asistieron los gobiernos compañeros de la llamada primera oleada progresista. El ascenso de China y la guerra en Ucrania abren más fisuras al orden unilateral y, por lo tanto, inauguran espacios para que se fortalezca el multilateralismo”.
Por último, Samper elogia el impulso que le dará el Brasil a la articulación regional porque, estima, “su peso es el de un transatlántico. Para donde se mueva se va a mover la región y lo va a hacer, considero, con un criterio contrario a la suscripción de tratados de libre comercio. Porque integración es construir región, construir ciudadanía, construir infraestructura, construir redes de innovación y conocimiento. El aporte de Lula será clave, recordemos que él fue pionero en construir una institucionalidad común de defensa en sus primeros gobiernos”.