Crónica periodística de días calientes por la fiebre del dólar. ¿Podrá el gobierno atenuar la suba de la divisa estadounidense? Opinan el ex presidente del Banco Central Alejandro Vanoli y el economista Martín Rapetti
Por Luciana Glezer– periodista especializada en temas económicos
El gobierno logró, al menos en el corto plazo, contener la corrida cambiaria. El dólar retrocedió algunos escalones, en la zona de los $1.350 y el riesgo país descendió hasta perforar los 700 puntos básicos. Un alivio momentáneo para un gobierno libertario que libra semanas de alta tensión política por la demanda de la divisa estadounidense.
La contracara del éxito son las tasas por las nubes que, tras el intento fallido de bajarlas, volvieron a escalar en las últimas horas, superando el 65% anual. Esa es la nueva normalidad: estabilidad a fuerza de implementar intereses altísimos.
La economía avanza por una cornisa: la flotación administrada entre bandas es el ancla que el gobierno eligió para llegar con estabilidad a las elecciones de octubre. El esquema es simple en teoría: el dólar flota entre un piso y un techo, y el Banco Central sólo interviene si se sale de esa franja. Es como soltar al perro en el parque con una correa extensible: corre lo que quiere, pero no se escapa del jardín. Desde abril, el régimen ajusta las bandas 1% por mes y se presenta como una coreografía de estabilidad milimétrica. Pero, basta una ráfaga para que se desarme todo.
Es como soltar al perro en el parque con una correa extensible: corre lo que quiere, pero no se escapa del jardín. Desde abril, el régimen ajusta las bandas 1% por mes y se presenta como una coreografía de estabilidad milimétrica. Pero, basta una ráfaga para que se desarme todo.
Recapitulando, el gobierno apuesta fuerte al esquema de valoración financiera conocido como carry trade. Las tasas en pesos, que ya superan el 65%, seduce a inversores frente a las expectativas de devaluación contenida. La bicicleta financiera sigue girando tras tambalear en el intento frustrado de desarmar el instrumento bancario LEFI. Aquel movimiento metió ruido en el sistema: desapareció una referencia clave para colocar pesos a corto plazo y el mercado quedó desorientado. Las tasas se desplomaron, el atractivo del carry trade se evaporó y los pesos empezaron a buscar refugio en el dólar. Resultado: más presión cambiaria, menos calma.
En cuestión de semanas, el dólar saltó 100 pesos. La clave está en que esa corrida ya se empezó a notar en las góndolas. El pass through, ese temido efecto por el cual la suba del tipo de cambio se traslada a los precios, asoma la cabeza. Todavía tímido, pero cada vez más presente.
La clave está en que esa corrida ya se empezó a notar en las góndolas. El pass through, ese temido efecto por el cual la suba del tipo de cambio se traslada a los precios, asoma la cabeza. Todavía tímido, pero cada vez más presente.
Dos miradas
El economista Martín Rapetti, fundador de Equilibra, es cauto: “No se ve un impacto serio en precios”, dice a Malas Palabras. Pero, aclara que el margen se va agotando. Alejandro Vanoli, ex presidente del Banco Central, es más directo: “A partir de un dólar a $1350 empieza a haber un pass through por escalones. Todavía bajo, no pleno, pero ya ves proveedores ajustando precios. Nada dramático, pero ya no es la fase gratis del viaje de 1200 a 1325. Con este ritmo, empieza el pass through”. La memoria inflacionaria de la economía argentina funciona como un resorte: si el dólar se mueve rápido, los precios se ajustan antes de que lo haga la estadística.
“No se ve un impacto serio en precios”
Martín Rapetti, economista y fundador de Equilibra.
El pass through es, en el fondo, el talón de Aquiles del plan oficial. Porque aunque el traslado a precios parezca moderado, la amenaza está latente. En una economía altamente indexada, donde los contratos, los sueldos y las listas de precios se ajustan por inflación pasada o esperada, cualquier sacudón del tipo de cambio dispara remarcaciones, reales o preventivas. A eso se le suma el peso de las importaciones: cuando sube el dólar, los costos de insumos y productos finales aumentan y nadie quiere absorber la diferencia.
“A partir de un dólar a $1350 empieza a haber un pass through por escalones. Todavía bajo, no pleno, pero ya ves proveedores ajustando precios. Nada dramático, pero ya no es la fase gratis del viaje de 1200 a 1325. Con este ritmo, empieza el pass through”.
Alejandro Vanoli, ex presidente del Banco Central.

¿El dólar flota?
El “plan Quirno” es la respuesta de urgencia para contener la tensión cambiaria en alza: tasas más altas, reactivación de los pases bancarios a un día y todos los mecanismos posibles para que los pesos no se escapen del corral financiero. Fue presentado en una reunión maratónica y de urgencia desarrollada en la madrugada del 1º de agosto. Pablo Quirno, secretario de Finanzas, lo dejó claro: “¿Quieren que el dólar no suba más? Acá está el plan”. Una estrategia de ortodoxia pura, incluso a costa de fricciones internas. El debate interno del gobierno fue tan tensó que casi precipita la renuncia del vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning.

El ministro Luis Caputo, por su parte, intenta evitar que el dólar cruce los 1.400 pesos. Aunque la banda superior ya llega a 1.460 por el ajuste mensual, el número redondo asusta. Si lo perfora, el mercado podría dar por muerto el esquema. Sería un déjà vu del final del régimen anterior: aquel crawling peg agotado entre corridas, parches del FMI y nuevas reglas. Ahora, el presidente Javier Milei hizo del dólar quieto un mantra electoral. Que no se mueva hasta octubre: esa es la única promesa que no puede romper.
Vanoli no lo ve sustentable. “Es un modelo inconsistente desde lo productivo y desde lo financiero. Estructuralmente faltan divisas. Eso se mantiene por salidas financieras”, analizó. Y agregó con crudeza: “Lo único que busca el gobierno hoy es llegar a las elecciones con este esquema. No se sustenta en el tiempo”. No hay modelo, hay cronómetro.
Así, mientras la economía camina con la mirada fija en el calendario, los inversores cruzan los dedos y los precios se acomodan en silencio. El dólar flota en su pecera de acrílico. Parece libre, pero no puede salir. Al menos no todavía.