La mandataria electa de México, Claudia Sheinbaum, tendrá dos retos primordiales: profundizar el legado popular de su antecesor Andrés Manuel López Obrador, y consagrar el sesgo feminista que prometió imprimir a la primera gestión presidencial liderada por una mujer en su país.
Por Matías Caciabue, analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
El domingo 2 de junio, Claudia Sheinbaum ganó las elecciones presidenciales de México con más del 59 por ciento de los votos, ubicándose a más de 30 puntos de su principal competidora, Xóchitl Gálvez, representante de una alianza multipartidaria de derecha. “Seguimos haciendo historia”, el nombre de la coalición referenciada en el actual presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), brindó el marco de sustentación política a la primera presidenta mujer de México.
Sheinbaum, Física y Doctora en Ingeniería de la Energía, acompaña a AMLO desde el año 2000, cuando este la designó como secretaria de Medio Ambiente de la capital mexicana. Siendo funcionaria, Sheinbaum contribuyó a atemperar, de manera muy significativa, dos grandes flagelos de una de las ciudades más grandes del mundo, la contaminación y los embotellamientos, con la construcción de un segundo piso de una autopista y la puesta en marcha de una logística de limpieza de la ciudad que fue reconocida mundialmente.
Desde su disciplinada capacidad de trabajo, Sheinbaum se ganó la confianza de un líder carismático y discurso sencillo. AMLO, que supo asociar la escandalosa corrupción política mexicana como un fenómeno necesario del neoliberalismo, rompió con la pesada partidocracia mexicana para fundar MORENA, una organización que se define al mismo tiempo como Partido y Movimiento. Pero, además, vio en “la Claudia”, como suele decirle, a su heredera.
Sheinbaum para principiantes
Desde sus primeros minutos como presidenta electa, Sheinbaum dejó en claro que será continuadora del proyecto obradorista, indicando que el holgado triunfo le permitirá desarrollar el “segundo piso” de la “Cuarta Transformación” (4T), como se conoce en México el proceso iniciado en 2018.
En la agenda de la presidenta electa hay una prioridad manifiesta en el reforzamiento de la extensa política social del gobierno de López Obrador, que ahora pondrá en el centro de la escena a las mujeres, la educación y las tareas del cuidado.
Al mismo tiempo, prometió sostener el enfoque de seguridad democrática en el combate contra el crimen organizado, y también atacar las bases que sustentan la llamada narcoeconomía. Eso incluye tanto la promoción de la participación comunitaria en las agendas de seguridad, como el fortalecimiento de la Guardia Nacional, una policía militarizada creada por AMLO para romper el marco de la “guerra contra el Narco”. Recordemos que la perspectiva punitiva promovida por los EE.UU. desembocó en el surgimiento de verdaderos ejércitos privados al servicio de los principales carteles de drogas ilegales.
La nueva presidenta también se comprometió a institucionalizar el enorme proceso de cambio que vive México, la segunda economía de América Latina y la 12° del planeta. Eso incluyó su respaldo público al tratamiento de las 18 reformas constitucionales que la 4T tiene pendiente, donde se destaca una enorme reforma judicial que incluye la elección popular de los jueces más importantes del país.
Sheinbaum frente al poder económico
En su primera conferencia de prensa como mandataria electa, Sheinbaum dijo que la discusión sobre la reforma judicial comenzaría de inmediato, con miras a aprobarse en los primeros meses del nuevo poder legislativo, que comienza a sesionar el próximo septiembre septiembre, tres meses antes del recambio presidencial del 1 de diciembre. La holgada elección popular garantizó las mayorías calificadas que se requieren para reformar la constitución mexicana. La nueva presidenta contará con dos tercios de los Diputados, y casi el mismo número en el Senado.
Ante esto, la prensa opositora a MORENA escribió la polémica teoría de los “contrapesos” institucionales para criticar el proyecto oficialista de reforma.
En tándem, el poder económico global y local golpeó a la victoria democrática con una corrida cambiaria. El peso mexicano se debilitó casi un 9 por ciento frente al dólar desde la victoria de Sheinbaum, de los cuales un 2 por ciento fue después de la primera conferencia de prensa de la presidenta electa, ubicándose a $18,58 pesos mexicanos por cada dólar.
“Los inversionistas buscan seguridad jurídica. Mientras no sepamos cómo será la reforma judicial, habrá incertidumbre y volatilidad”, dijo Carlos Serrano, economista jefe de BBVA México. Por su parte, López Obrador adoptó una posición de firmeza en defensa del proceso político diciendo: “La justicia era más importante que los mercados”.
No serán seis años fáciles los de Sheinbaum. El proceso global de avanzada de las derechas sitúa a México en un rol central en la geopolítica internacional y regional. Mientras tanto, el poder económico, la debilitada oposición y la prensa hegemónica ya demostraron que no van a esperar a que asuma para desplegar su accionar reaccionario. Es esperable que las bases sociales y electorales también no se queden quietas en su intento por conquistar ese segundo piso de la Cuarta Transformación.