por José María Barbano.- En horario y zona permitida salí a disfrutar la impunidad otorgada por mi doble Sputnik. En la vereda permitida, me dispuse a saborear un café añorado.
Por esas cosas del protocolo, desde mi mesa, a dos metros de la vecina, quedé cerca de dos parroquianos que dialogaban, también a dos metros el uno del otro. De allí, que sin ser indiscreto, no me quedó más que escuchar su conversación.
Pensando en el después
De espaldas, no podría definir quién opinaba qué; pero más o menos decían algo como esto:
-Después de la pandemia, la experiencia de lo digital va a quedar firme.
-Y en vez de darte una silla en la oficina, te va a encadenar a destajo en el living de tu casa.
-Y la escuela también. Todo se puede aprender en línea. Antes por correspondencia se enseñaba dactilografía, corte y confección, técnico en tv, incluso bachillerato. ¡Y la gente aprendía!
-Habrá que repensar todo el sistema de salud.
-El problema son los chinos. Que sigan fabricando chucherías de plástico, pero que se dejen de hacer experimentos con cualquier bicho que se les cruce.
-El celu va a reemplazar al banco. Adiós empleaditos de saco y corbata.
-Pobres los fabricantes de billetes. Si no se usa la moneda física, se quedarán mirando sus máquinas inactivas y tendrán que quebrar, como los gastronómicos.
-Nos va a llevar tiempo llorar a tantos muertos.
-Cien mil, ciento veinte mil… son sólo números. Cada uno tendrá que duelar a sus dos o tres familiares, y a otra cosa.
-Lo bueno es que quedan ochenta o cien mil puestos de trabajo para los desocupados. A ver qué excusa encuentran los piqueteros.
-Yo, por mi parte tengo asegurado mi negocio inmobiliario. Calculá la cantidad de viviendas que han quedado vacías…
Pensando en el hoy
Mi tacita vacía subía y bajaba simulando un cortado interminable. Me resistía a retirarme, fascinado por la cantidad de ventanas que se abrían a cada párrafo, con info tan abundante.
Se venían las reflexiones económicas, cuando, de pronto, todos nos encontramos interesados en el problema de la esquina.
El caballo se había movido y no se dio cuenta de que el carro quedaba atravesado a mitad de la calle. El 275 lideró los bocinazos con la escolta de vehículos atascados.
El cartonero, sumergido en el contenedor municipal, trataba de rescatar del fondo unas cajas rotas que a él le servían.