Lenguas vivas, de Luis Sagasti. Editorial Eterna Cadencia, 2023.
Por Laureana Cardelino (@todas_lasfiestas)
Pensar en la lengua; escribir y hacer lenguaje; hacer memoria de la lengua; hablar la lengua; buscar relaciones, construir; dejarse sorprender; querer atrapar una lengua que muere, querer atrapar la conexión con alguien que se fue para siempre.
La escritura orgánica a la que asistimos en Lenguas vivas, último libro de Luis Sagasti editado por Eterna Cadencia en 2023, logra esa tensión que puede definir su poética: la del hilo que en línea recta va enlazando distintos hechos de lenguaje, elementos, historias, personajes, ideas. La forma de los copos de nieve cambia y cada copo es diferente. Así el fuego y así el faro y así las vidas y las muertes se ordenan en una sincronía de comienzos y finales que cobran sentidos diversos, o como el propio Sagasti dice (citando a Ford y a Flaubert): “Lo que da sentido a un collar no son las perlas, sino los hilos”.
El libro es inclasificable, porque no se pretende novela ni ensayo ni diario ni simples digresiones sobre varios temas con algún elemento aglutinante. Invita a una lectura abierta, al asombro, al pensamiento y al hacer: dan ganas de ponerse a hacer cosas al terminar cada capítulo. Cosas que interpelan de manera personal y que tienen que ver con la creatividad y con seguir pensando, seguir el hilo mental en diálogo con las posibilidades de la lectura. Mucha información en textos que tienen fisuras para entrar por cualquier parte. Son fragmentos que aparecen, se cortan, vuelven y se entrelazan, permitiendo caminos de sentido que también el lector va construyendo a medida que avanza. Se produce un efecto caleidoscópico, un rompecabezas de sentidos que el lenguaje no llega a reponer, como las manos que están a punto de tocarse en La danza de Matisse, o un color salido de un sueño. Es un modo de establecer un vínculo entre literatura, escritura, lectura y experiencia.
Hay que leer, vivir la experiencia completa, avanzar en línea recta hasta la muerte. La lengua vive y muere en las mujeres chinas que bordaban en pañuelos, cortinas y abanicos lo que no podían decir, en un idioma inventado: el Ñu shu. Es un secreto hasta la muerte, como “Un hilo que ata sonidos para liberar a quienes no pueden hablar (…) una vez leído, las mujeres rompían el mensaje (…) el resto se quemaba”.
¿Cuán largo es el hilo de un linaje y qué lenguaje lo hace posible en el tiempo y en el mundo? La memoria trabaja los poemas para hacerlos vivir y para probar una acción política, en el caso del soldado Chalier y de Nadiezhda Mandelstam, en el capítulo 6. Historia de un poema. Recitar es rezar; esperar y callar son la clave. Un poema es una herramienta y puede servir para muchas cosas tan distintas como los copos de nieve. La lengua quiere la fuga, la transformación y la supervivencia, como muestra la historia de Agota Kristoff y la de las últimas hablantes del yagán. “Los cantos se heredan o se componen”, y la escritura es el ensayo acerca de cuáles son los límites de ese linaje/lenguaje/universo/obra.
“La mirada poética es una mirada de resistencia frente a la obsesiva inscripción en la mercantilidad pura de todo lo que nos rodea”. Decir de este libro que sincroniza y pone a dialogar, que permite causalidades a partir de la casualidad aparente y de la repetición. La reflexión sobre el lenguaje surge de la observación de la naturaleza, de la lectura, de los pizarrones, pinturas rupestres, fotografías, cuadros famosos, canciones y melodías, historias de enciclopedia mundial y leyendas, y de una última narración autobiográfica que pone el foco en lo que hace la lengua ante lo fatal y cómo el duelo se hace con (o sin) palabras. Dice Sagasti: “La poesía es una red curiosa porque no atrapa nada, sólo sirve para que no te dejes atrapar.”