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Nota publicada el 11 / 04 / 2025

El desinfle de la marca PRO

El macrismo pierde votos, y su narrativa y estética cultural ya no encandila como antes. ¿Por qué el partido de los globos amarillos cede representatividad social y capacidad de lobby para las élites? Opinan los periodistas Esteban Schmidt y Werner Pertot; y la politóloga Eugenia Soler.

Por Redacción Malas Palabras

Todavía suena Tan Biónica. La melodía nostálgica de una banda que marcó los años dorados del macrismo se abre paso entre banderitas amarillas y caras conocidas de la política. Cae la noche en el Planetario y un puñado de militantes intenta ponerle mística a un acto que busca ratificar una identidad perdida. En el escenario, el ex presidente Mauricio Macri está flanqueado por su primo, el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri, la dirigenta María Eugenia Vidal —convertida en jefa de campaña— y Silvia Lospennato, candidata a primera legisladora porteña que recorre estos días la ciudad de Buenos Aires en busca de selfies con la fruición compulsiva de quien llena un álbum de figuritas.

Desde una platea ubicada a un costado escuchan atentos viejas figuras del PRO como Cristian Ritondo, Néstor Grindetti y Gabriela Michetti. Pero ya no está Marcos Peña, el gran estratega, ni el PRO es tampoco aquel partido de vanguardia de una derecha moderna que prometía un futuro posible para la clase media. El espacio lanza su lista de candidatos para la Legislatura y el acto parece una postal anacrónica.

“Desde una platea ubicada a un costado escuchan atentos viejas figuras del PRO como Cristian Ritondo, Néstor Grindetti y Gabriela Michetti. Pero ya no está Marcos Peña, el gran estratega, ni el PRO es tampoco aquel partido de vanguardia de una derecha moderna que prometía un futuro posible para la clase media”.

Es que a partir del advenimiento del fenómeno libertario, el partido amarillo lleva adelante una campaña más simbólica que efectiva. Macri volvió al centro de la escena, esta vez sin traje de presidente, para capitanear el barco en plena tormenta. El ex mandatario intenta reanimar el partido que fundó frente a una dirigencia dividida, un electorado que se evaporó entre la proclama de Javier Milei, y una ciudad de Buenos Aires que, por primera vez, podría escurrírsele entre las manos.

De hecho, poco queda de aquel PRO como partido de amplias dimensiones. Dirigentes de peso como Cristian Ritondo, Diego Santilli y el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, por poner algunos ejemplos, están más interesados en integrarse a La Libertad Avanza (LLA) que en mantener su vieja identidad. Igual que el caso del jefe municipal de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, que directamente saltó a las filas libertarias. 

Con responsabilidades ejecutivas en provincias también quedan pocos: Ignacio Torres (Chubut) y Rogelio Frigerio (Entre Ríos) permanecen como los “puros”, además de Jorge Macri en la Ciudad, mientras el resto de los mandatarios de ese grupo –Marcelo Orrego (San Juan), Carlos Sadir (Jujuy) y Claudio Poggi (San Luis)- vienen de orígenes distintos que, en su momento, se sintetizaron en la también extinta Juntos por el Cambio. 

Lo demuestra además el paisaje adelgazado de las reuniones de la mesa nacional del PRO, donde solo participan activamente Macri; su primo Jorge; la intendenta de Vicente López, Soledad Martínez, y diputados como Vidal y Martín Yeza, ex promesa bonaerense tras sus dos mandatos como intendente de Pinamar.

Gabriel Vommaro, sociólogo e investigador del CONICET y uno de los primeros en estudiar en profundidad el fenómeno amarillo, sostiene que si bien el partido nació sin peso político siempre tuvo mucha letra y programa. “Ahora, el PRO está cada vez más cerca del radicalismo, un partido con peso institucional pero con poca relevancia programática y al que otros le dan letra. Y está donde está, en buena parte, por las decisiones que fueron tomando sus líderes y por la interna feroz en la que cayeron. Creo que el hecho de que ahora Macri tome el poder nuevamente es un signo más de fracaso, y de que no pudo encontrar un sucesor de peso que le dé éxito a ese partido”, expresó días atrás el analista, coautor del libro “Mundo PRO”, en diálogo con el diario Perfil.

La revolución en el centro

Para Esteban Schmidt, periodista y escritor, el partido fundado por Macri supo captar a inicios de siglo el espíritu de su tiempo al revolucionar los modos de comunicación política, conectando con una sociedad desencantada de los discursos tradicionales. «Había jaqueado estéticamente al PJ y a la UCR con su formato de actos, discurso, packaging: todo podía ser más zonzo, más liviano, sin apego a grandes relatos”, reflexionó ante la consulta de Malas Palabras.

Esteban Schmidt.

«El PRO jaqueó a inicios de siglo estéticamente al PJ y a la UCR con su formato de actos, discurso, packaging: todo podía ser más zonzo, más liviano, sin apego a grandes relatos”

Esteban Schmidt, periodista y escritor .

“Acertó, en entenderse con una sociedad que ya no le pedía a los dirigentes patrioterismo, academicismo ni revolucionarismo, sino resultados visibles y en el corto plazo para facilitar la diaria. Ya sea trámites o circulación. Pero, no logró escalar en el plano simbólico. Su oportunidad dorada era la presidencia, y la quemó. Como dice el tango: ‘Si yo pudiera como ayer, querer sin presentir’”, completó Schmidt.

El periodista y escritor considera que una renovación de liderazgo más ordenada podría haber permitido que el PRO se mantuviera competitivo, e incluso que volviera al poder. “Eso habría inhibido el ascenso de Milei, que crece por condiciones naturales pero también por el cisma en la conducción del PRO”, analizó.

Eugenia Soler.

Para la politóloga Eugenia Soler, en cambio, el PRO “nunca tuvo verdadera adhesión en las clases populares, o al menos no fue su fuerte. Es una derecha que quedó demodé, básicamente», según analizó en una conversación con Malas Palabras

Ese diagnóstico se refleja con más claridad al observar la reconfiguración del mapa político argentino. Históricamente, el PRO logró interpelar a sectores medios urbanos —mayormente blancos y profesionales— que se sentían representados por su estética moderna y su promesa de eficiencia. Pero ese electorado ya no responde con la misma fidelidad. Con la irrupción de La Libertad Avanza (LLA), el partido amarillo se ve no solo desdibujado, sino en muchos casos desplazado.

El fenómeno mileísta supo construir un discurso transversal, con elementos de un populismo de derecha que interpela tanto a las clases populares como a los sectores más altos. Algo similar a lo que ocurrió con Donald Trump en Estados Unidos: liderazgos disruptivos, de fuerte impronta personal, que capitalizan el malestar social y generan identificación por fuera de los moldes tradicionales.

“Pensar que la derecha no puede hablarle a los sectores populares es un error de lectura. En el presente, todos los espacios intentan construir narrativas amplias, con estrategias de tipo catch-all. El componente de espontaneidad que llevó a la presidencia a Milei hace que hoy en día el oficialismo interpele tanto a las clases populares como a las clases altas, teniendo varias medidas económicas o de políticas públicas muy similares al menemismo”, aportó Soler.

“Pensar que la derecha no puede hablarle a los sectores populares es un error de lectura. En el presente, todos los espacios intentan construir narrativas amplias, con estrategias de tipo catch-all. El componente de espontaneidad que llevó a la presidencia a Milei hace que hoy en día el oficialismo interpele tanto a las clases populares como a las clases altas, teniendo varias medidas económicas o de políticas públicas muy similares al menemismo”

Eugenia Soler, politóloga.

Una estética desinflada

Macri, que supo ser el gran arquitecto del PRO, parece hoy más enfocado en fortalecer su vínculo con Milei que en reconstruir el partido que fundó. Algunos ven en este acercamiento una suerte de rendición ante la evidencia de que el liderazgo de las derechas ya no le pertenece al PRO sino al presidente libertario, y otros creen que Macri intenta, desde las sombras, condicionar al gobierno para no quedar al margen de las decisiones clave.

Werner Pertot.

Por su parte, el ex jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, otra de las figuras rutilantes el PRO, quedó atrapado en una suerte de limbo político. Su perfil dialoguista, que fue uno de los pilares de su gestión en la Ciudad, hoy parece fuera de sintonía con una sociedad que demanda posiciones más tajantes. Lo fue en 2023 y lo es ahora. Ni dentro del partido ni en el electorado pareciera encontrar un espacio propio, lo que lo convierte en uno de los probable excluidos del nuevo reordenamiento.

Werner Pertot, periodista capitalino que cubrió al PRO desde sus inicios, recuerda que el PRO “nació como un partido de derecha y centroderecha, y desde la presidencia trató de plantearse como obamista, referenciado con los demócratas en Estados Unidos. También tuvo una política liberal hacia el feminismo, no antifeminista como la de Milei. Hasta ahí hubo un momento, pero después de perder las PASO en 2023, se establece un giro muy distinto de lo que era el PRO originario”, reseñó en diálogo con Malas Palabras.

En la trayectoria trazada por Pertot, el viraje del PRO hacia posiciones de extrema derecha “no le alcanzó porque, de todos modos, hubo un partido que funcionó como reemplazo, que es La Libertad Avanza. Fueron corridos por derecha porque hubo un cambio en el electorado. Eso deja en la Ciudad una situación inédita: es la primera vez que el PRO tiene que competir con un partido que les pelea su propio electorado”. 

La curva final

Pertot sostiene que el PRO podría correr el riesgo de disolverse “en tanto y en cuanto pierda relevancia electoral. Si este año, a lo largo de las distintas elecciones que va a haber, el PRO es absolutamente reemplazado por el oficialismo y queda con porcentajes marginales en todas las elecciones, se puede acelerar el proceso de trasvasamiento de dirigentes”.

Para Pertot, conocedor como pocos de la idiosincrasia y la performance del PRO, este año será clave porque “se verá si el partido es reemplazado por el mileísmo, o si lo de Karina Milei era una suerte de ambición desmedida. De todas formas, si lo reemplaza o no, es una cuestión menor, ya se parecen mucho los dos espacios”, concluyó. 

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