ENTREVISTA A ZUHAIR JURY, PINTOR, ESCRITOR Y MÚSICO.
Zuhair Jury es pintor, escritor, músico… él se autodefine como un trabajador de la existencia y considera que la temporalidad es relativa. Junto a su hermano Leonardo Favio co escribieron una obra cinematográfica excepcional. Cuenta que hasta los veinte años fueron marginales, bien marginales y que aún hoy, siendo “un adolescente con muchísimos años”, conserva ese mundo.
Por Rubén Fernández Lisso
A ese mundo marginal todavía lo conservo –dice-, lo conservé para toda mi vida, porque tiene un color. Porque creo que la clase media es aplastante en su entidad: no maneja nada más que los códigos establecidos de la sociedad, los respeta, tiene marcados los pasos de su existencia. Y el marginal no, el marginal tiene los costados abiertos. Gane o pierda. Tiene más paisajes existenciales.
–En el arte que tu hermano y vos comunicaron al mundo hay niveles de inocencia que, sufran esos seres las crueldades que sufran, parece que nunca se pervierten.
Muchas veces hay acontecimientos oscuros que derraman finalmente una respuesta de luz. Por ejemplo, nosotros hemos estado en Patronato, un orfanato. La barbaridad, la crueldad de los celadores y las celadoras, el militarismo castrense peor que en una cárcel que hemos pasado, nos dieron a nosotros esa posibilidad en el tiempo ¿Y si nosotros en vez de pobres hubiésemos sido clasemedistas? Tendríamos un paisaje de vidriera, de escritorio, de normativas establecidas, de secundarios terminados, con proyección de carrera. Sin embargo, como nosotros vivimos lo que vivimos, pudimos hacer nuestro primer filme que se llamó Crónica de un niño solo. Un pediatra famoso, Florencio Escardó, dijo en aquella oportunidad cuando vio la película: “Este film me ahorra un año de cátedra sobre lo que trata”.
–¿Cómo fue que pudieron hacer ese primer filme?
En principio podría decirle: yo mismo estoy asombrado de todo lo acontecido con nuestras existencias, porque apenas si tenemos el segundo grado primario. Todo ha sido tan extraño. Nosotros hemos sido marginales hasta los 20 años, marginales, bien marginales. Hemos conocido todos los costados de los posibles infiernos y todos los costados de los cielos. Es un suceso muy extraño dadas las condiciones, y lo que ocurrió pertenece más a lo fantástico maravilloso o al realismo mágico porque no se explica con palabras. Es largo de contar ¿Y cómo devenimos de lúmpenes a sensibles ascendentes? No se explica. Nos plantamos en el medio de la sociedad como marginales y luego, porque no nos quedaba más remedio, porque parece que es inevitable, hay dos opciones: o terminar mal o tratar de hacer algo. Finalmente nosotros respondimos a eso. Pero tratamos de integrarnos a una sociedad organizada, que no es agradable ni nos fue nunca agradable por sus injusticias, por sus desvalores, a nuestro entender.
Le puedo sintetizar que el asunto fue así. Mi madre desde muchachita era proclive al teatro. Estoy hablando del año 20, del año 25, 30. 1930. A ella le gustaba el teatro, en ese tiempo apenas había radio, entonces el teatro era un elemento sumamente importante para la expresión. Le gustaba leer, le gustaba hacer poemas. Yo no he conocido persona que conociera más la dramática humana que mi madre, aparte de ser hermosa por fuera y hermosa por dentro. Nos hemos criado juntos casi porque a mí me tuvo a los 17 años. A los 38 años hizo su primera novela y era una obra fantástica, escrita con una idoneidad suprema. Esa novela finalmente la redujo al teatro. Era una novela de corte español, porque a mi madre la conmovía la dramática y la tragedia de la narrativa y del teatro español, porque nuestra abuela era española y conocía eso y le parecía más fuerte la dramática de un campesino a la española, a lo García Lorca, que una tragedia paisana de acá.
O sea que el protagonista tenía que hablar español y todos tenían que hablar español porque transcurría en un campesinado español. Y a mi hermano, que solo conocía la suerte de que no lo haya matado una bala y que venía de esos andares, mi madre le dijo: vos vas a hacer el papel del protagonista. Y el protagonista en la historia tenía 58 años y mi hermano recién cumplía los 18. Mi hermano la miró y le dijo que no porque no conocía nada de eso y no le interesaba nada de eso. Para ser breve, terminó intentándolo. Esa obra se dio en una colonia española y reventaron en aplausos porque no podían creer lo que habían escuchado. Y cuando mi hermano se quita el bigote no pueden creer que un chico de 18 años recién cumplidos haya hecho de uno de 58 con la violencia y la tremendidad de ese personaje. Así comienza el asunto de mi hermano.
–¿Y el tuyo?
El asunto mío comienza cuando mi madre dice “a este chico le queda chica una provincia, tenemos que irnos a Buenos Aires”. Cuando nos vinimos a Buenos Aires desde Mendoza, mi hermano estaba en el lugar de su vida en que posiblemente le fuese bien, pudiendo ser respetado o tenido en cuenta. Yo por mi parte no anhelaba absolutamente nada y hasta las tres de la mañana daba vueltas alrededor de la manzana para poder dormirme porque mi mundo de marginal, que era el que yo adoraba y quería, se había quedado atrás con mis amigas, mis amigos, mis amores, mi cielo, mis pájaros, mi libertad.
A mi hermano le fue bien. Estuvo trabajando en radio, en algunas cositas. Inclusive en alguna película, muy primaria, muy de teléfono blanco. Y un día me dice: “che, Negro ¿por qué no nos ponemos a trabajar sobre Crónica de un niño solo y contamos la historia de lo que es la vida en un orfanato?“. Y así comenzó todo.
–¿Sentís que pudiste integrarte a esta sociedad habiendo dejado atrás todo eso tan querido y amado por vos?
Mmm. Aún hoy mis amigos son todos cuidadores de caballos. Son peones. Son marginales, sobre todo. Esos son mis amigos. Y yo nunca los perdí.
–Aún sin haber perdido el mundo de la marginalidad, ¿Cómo analizas la realidad hoy?
Respecto a la realidad de hoy, yo nunca consideré, creí o imaginé que podría llegar a ser testigo de tanto patriotismo caricaturesco, brutal, en donde la ignominia tiene su razón de ser, es aprobada, según quién la ejerza. Hoy ser traidor no importa porque mañana podés ser presidente de una Nación. Hoy podés ser la suma de la organización social del país o del planeta perteneciendo a la Corte Suprema de una justicia que elegiría el mundo entero y, sin embargo, las cortes supremas son peor que una sala de tortura en sus perversidades, peor, peor. Porque para colmo están revestidos de magnificencias éticas y morales, y son el horror.
Estar preso una hora es un horror; estar preso un mes, un año, es desesperante. No hay palabras para decir lo que es estar preso. Y ellos mandan al presidio a gente que no ha hecho nada, por el solo hecho de una necesidad de responder a los poderes horrorosos que manejan el sistema del planeta.
–Mandan presos a los demás pero ellos están cubiertos por un manto de impunidad absoluta…
Al punto que siguen haciendo lo que se les da la gana. Al punto que tienen a un preso político. Al punto que manejan el horror de los horrores que ha cometido el gobierno anterior y siguen todos en libertad, riéndose de las normas establecidas, del pudor y de la honorabilidad. Se burlan a carcajadas limpias.
Tenemos a nuestro favor, los humanistas, una ventaja: que sabemos que estamos vivos, sintiendo y en acción. Ellos, los que han perdido la ética, la moral, el pudor, el todo, lo único que persiguen es el acumulamiento de dinero y de poder, son los muertos en vida. Los muertos, los verdaderos muertos: no saben que han muerto. Su mayor placer es la acumulación hasta la enfermedad, hasta la enajenación, hasta lo inconcebible. Y por eso es que transitan muertos por la vida. Son los únicos muertos que conocemos. Ese es nuestro único placer, por el momento: saber que están muertos y que yo, con la charla que estoy teniendo con vos, soy más rico que todas las potencias del mundo.
–Un mundo en el que pareciera que la riqueza es siempre acumulativa, algo que jamás se va a distribuir…
Sí, es una forma de ver, podría ser distributiva, en equilibro y se acaba el problema. Fíjate vos una cosa, para darte un ejemplo: A la Capital Federal, ¿quién accede? El que tiene poder adquisitivo, tiene una educación, tiene dinero, tiene formación académica, generalmente son dentistas, correctos dentistas, aceptables transitadores de academia y, sin embargo, esa millonada de imbéciles e imbécilas a quienes les sobra, porque desconocen otros mundos, les sobran los bienes, el confort, no les falta la comida, tienen calefacción, transitan pasillos académicos, sus amistades son todas de clase media para arriba, y sin embargo, evidentemente, la educación, la elevación cultural y el bienestar económico produce un fenómeno patético. En el fondo votan engendros, votan la mugre, votan hacia las derechas, votan neoliberalismos, porque ellos tienen un odio consciente o inconsciente contra alguien, ese alguien son las clases medias, bajas, los pobres. Ellos necesitan que existan para sentir que están por sobre algo, y eso les otorga la factibilidad de considerarse superiores.
Es una superioridad que se complace justamente en el padecimiento de los otros. A ellos no les importa. Necesitan eso. Pero ha ocurrido un fenómeno particular, en donde hasta los pobres quieren ser burgueses y tener a alguien abajo. Hoy se acabó aquel obrero que era hermano del obrero. Hoy el obrero puede sentir odio por el obrero que no está registrado y sentirse superior porque está registrado. Hoy hasta el changarín es burgués. Se han perdido los códigos existenciales y lo único que se pretende es tener un anillo con mucho brillo en el dedo.
–¿No nos estará haciendo falta hoy un Juan Moreira, un gaucho que lleve adelante la lucha para ver si un día las cosas son un poco mejores para el pueblo?
Te abrazaría por la ternura que me acabás de dar. ¿Por qué te creés que murió Cristo, Jesús? ¿Por qué te creés que murió sino por eso? ¿De qué valió? ¿De qué valió? Pero no. No hay que dejar de morir por esas causas. Hay millones de Cristos en el planeta, los hubo toda la vida, en todos los tiempos.