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Nota publicada el 07 / 11 / 2022

Lula, tricampeão

Por Emiliano Guido

Fotos: Leo Vaca

La primera imagen del balotaje brasileño en viralizarse fue la foto de la mano tullida de Lula, su piel escrita con arrugas tenues y venas abultadas, apoyada sobre el círculo azul de la bandera nacional. Los cuatro dedos del único dirigente en conseguir tres veces la presidencia de Brasil tocan el manto nacional con cautela, como si buscara ejercitar una plegaria, rozan el estandarte con el mismo respeto que profesan los creyentes cuando honran una estatuilla religiosa de la cual son devotos.

Lo sucedido el último domingo de octubre en Brasil -un país continente que recorre en su geografía desde el sur blanco gaucho sojero hasta el norte negro y amazónico- fue tan significativo que la narración del triunfo de Lula perduró en el relato coral de las redes sociales con el paso de los días. De alguna manera, las y los compañeros de las organizaciones sindicales y sociales, necesitaron contarse unos a otros la victoria del PT para cerciorar su veracidad. El héroe Lula derrotó al villano Bolsonaro, un cuento con final feliz para poder conciliar el sueño, o espantar la angustia, en tiempos de guerra y peste.

Pablo Gentili, director de Flacso Brasil, un intelectual cercano a Lula, compartió en sus redes sociales un video emotivo donde se ve a un grupo de trabajadores de la recolección de basura hacer un parate en su recorrido, descender del camión triturador, para luego danzar mientras ondean una bandera del PT, en el cuadro final, niñas y niños de un barrio al parecer humilde se acoplan al baile militante proletario. Gentili acompaña el video con un texto potente: “Ayer (por el domingo 30 de octubre) derrotamos a Bolsonaro. A partir de mañana derrotaremos al bolsonarismo”. ¿Podrán?

ORDEN Y PROGRESISMO

El tercer triunfo presidencial de Lula se da en un contexto doméstico y global severísimo. Si bien Brasil sigue siendo lo que en la literatura de las relaciones internacionales se denomina un global player -un Estado Nación con capacidad para incidir en las reglas del sistema mundo-,  las élites económicas del gigante sudamericano han quedado con un menor poder de inserción transnacional post investigación del Lavajato -quizás el capítulo de lawfare más cruento de la región-. Con una terminología más propia del siglo XX, Brasil no cuenta con burguesías nacionales tan sólidas como con las que interactuaron con el líder del PT a inicios de siglo. En contraposición de la pirámide social, Lula encontrará un tejido social roto: el bolsononarismo implementó un modelo de financiarización y expansión de las fronteras extractivas a la par que desmanteló el Estado de Bienestar construido durante los años lulistas.

En segundo lugar, el tablero político que hereda Lula también es adverso. La coalición que apoyó a Jair Bolsonaro triunfó en 14 de los 27 estados, y además comandará los de mayor peso económico como San Pablo, Río de Janeiro y Minais Gerais. Además, si bien cuenta con dotes de equilibrista, Lula deberá comandar una coalición sumamente heterogénea, que va desde el espectro de la centroizquierda a la centroderecha política. 

Líderes partidarios de pedigrí político muy contrapuestos, como el referente de izquierda Guilherme Boulos o Simone Tebet, del partido de derecha PMDB, han colaborado en el triunfo y reclamarán su cuota de poder en el gobierno desde vectores ideológicos muy distanciados

“Bolsonaro perdió, pero demostró que no es un paria del sistema político. La victoria de Lula fortalece a la integración pero considero que el clima regional es de hartazgo, me inclino a pensar que en las últimas elecciones latinoamericanas lo que prima es la victoria de las fuerzas opositoras, antes que las de un color político determinado”, expresó el analista Juan Elman desde San Pablo, que participó de una transmisión conjunta elaborada por medios alternativos argentinos la noche del domingo 30 por el canal YouTube.

Hasta acá, el cuadro de situación donde se asentará la tercera presidencia de Lula. ¿Es un escenario adverso? Sí. Igual de cierto es que Lula, el hombre al que buscaron “enterrar vivo”, como dijo la noche del triunfo, tiene la piel curtida para surfear adversidades. José Dirceu, ex mano derecha de Lula en los comienzos del PT, resumió en una recomendable para la revista argentina Crisis cuál es el fuego social donde se asienta la fuerza social propia del lulismo: “Tenemos una base social poderosa, que nos dio cuatro veces la presidencia y que es histórica en Brasil. Es una base trabajadora, no solamente obrera, que viene expresándose desde 1946, primero a través del PTB (Partido Trabalhista Brasileiro) de Getúlio Vargas”.

A su favor, Lula cuenta con un amplio espacio para recuperar protagonismo en la arquitectura de la integración regional donde, a partir de la virtual desaparición de la UNASUR y la no institucionalización de la CELAC, el eje latinoamericano carece de un espacio político desde donde articular una estrategia común. En el corto plazo, el Brasil de Lula buscará incidir en el nombramiento de la presidencia de la banca interamericana de crédito BID, que quedó vacante tras la renuncia forzosa del anticastrista Mauricio Claver Carone. 

Además, en un tramo importante del discurso de Lula brindado la noche del triunfo estuvo enfocado en la promesa que defenderá la Amazonía, lo que revela su interés de homologar el desarrollo del reservorio verde en concordancia con la propuesta de la Unión Europea. En concreto, es más que factible que Lula vuelva poner a Brasil en el centro de la política internacional, tanto en el plano regional, como Sur- Sur, o de cooperación con la Unión Europea.

En definitiva, a pesar de todo, y contra todos, ganó Lula, hoy la alegría es brasileña. “Ganó Lula, después de que su sucesora fuera derrocada tras un juicio político tan legal como ilegítimo, de que él fuera condenado en un juicio espurio, de que pasara dos años en la cárcel, de que su figura y su legado fueran declarados perimidos. Como dijo en su discurso, después de que lo quisieran enterrar”, taquigrafió cuando cerró el comicio la politóloga María Esperanza Casullo en su informe quincenal para Cenital “Populistas somos todos”.

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