No solo el gobierno es cruel contra las minorías, en los últimos días un gobernador del PJ prometió amurallar la provincia para cercar inmigración limítrofe y un intendente PRO celebró en Twitter golpizas policiales contra trabajadores informales. Si la derecha se vuelve ultra, ¿el macrismo línea fundadora tiene futuro?
Por Emiliano Guido
El hit político del verano es la crueldad contra los vulnerables. Esa música suena en todo el arco panoficialista, un ancho universo político que une al oficialismo, el PRO, buena parte de la UCR, y una porción nada desdeñable de los dirigentes del PJ con responsabilidad institucional. Es evidente que el ecosistema político señalado, las y los dirigentes dispuestos a representar al poder económico concentrado, es decir el poder permanente, busca congraciarse con un clima de época hostil hacia los débiles.
No es una novedad que la dirigencia política vuelque su accionar hacia, como suele decirse, donde calienta el sol. En los años 80, post Dictadura, la música socialdemócrata hegemonizaba la escena local, así resultó entendible que el peronismo del gobernador Cafiero, con un léxico renovador, ganará la conducción del PJ. Luego, en la década de los noventa, nadie, o casi nadie, de los frontman partidarios osaba poner en tela de juicio a la convertibilidad monetaria y el alineamiento con los Estados Unidos.
El ruido de los escombros de la caída del Muro de Berlín, un derrumbe que evidenciaba el fracaso del modelo de economía hipercentralizada, causaba escozor en diputados, gobernadores, incluso de aquellos que decían ser herederos de Juan Perón y Eva Duarte.
El problema de la concordancia de la mayor parte de la dirigencia política hacia la idea dominante del momento es que, en la actual coyuntura, la narrativa en ascenso, es decir el haz de luz marcado por el algoritmo de internet, es cuasi fascsista; quizás, pensándolo bien, la palabra cuasi este de más.
El problema de la concordancia de la mayor parte de la dirigencia política hacia la idea dominante del momento es que, en la actual coyuntura, la narrativa en ascenso, es decir el haz de luz marcado por el algoritmo de internet, es cuasi fascsista; quizás, pensándolo bien, la palabra cuasi este de más.
Recapitulando, el presidente de la Nación dijo en el Foro de Davos que las personas disidentes sexuales son pedófilas, y su portavoz Adorni admitió que el deseo de su fuerza política; recordemos, a cargo de los fierros, del Estado, perseguirá a los ciudadanos identificados con ideas de izquierda.
A fines de enero una serie de pronunciamientos públicos demuestran que, no solo el oficialismo azuza y le da volumen al algoritmo fascista. Tres ejemplos. Comencemos con uno de índole irrisorio, el músico Javier Calamaro elogió en redes sociales la reciente celebración matrimonial de su hermano Andrés como un hecho político anti-woke. Dos, el gobernador de Salta Gustavo Sáenz, hasta ayer el máximo socio político de Sergio Massa en el área del NOA, respaldó la intención del gobierno nacional de cercar con alambre de púas una franja de la provincia para limitar, u hostigar, el flujo migratorio boliviano. Tres, el intendente PRO de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, hasta ayer representante del ala más componedora del macrismo, dio rienda suelta a su algarabía en la red X festejando, cual usuario troll, las golpizas de la fuerza policial local contra los vendedores ambulantes de la ciudad.
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El ingeniero y el caos
El fortalecimiento del ideario ultraderechista es tan hegemónico que envalentona al oficialismo en su deseo de absorber a las mayores figuras del PRO en sus filas. ¿Por qué Milei quiere derrotar a Macri como macho alfa de la derecha nacional? En principio, porque su tesis política principal, dicha de modo coloquial es la siguiente: “la derecha ha fracasado porque no hemos sido suficientemente implacables contra nuestros rivales”.
Santiago Caputo, uno de los integrantes del denominado triángulo de hierro, apodado “El mago del Kremlin” en referencia a la novela que ficcionaliza la vida de un asesor muy influyente de Putin, guarda sobre su escritorio de trabajo la reciente biografía de su ex jefe Marcos Peña perforada con un cuchillo que atraviesa su lomo y páginas. A modo de personaje cinematográfico pugilista, Caputo hecha guantes de forma diaria contra Peña. Su mensaje puertas adentro de la Libertad Avanza es: “Si nos entibiamos, perdemos”.
Santiago Caputo, uno de los integrantes del denominado triángulo de hierro, apodado “El mago del Kremlin” en referencia a la novela que ficcionalizó la vida de un asesor muy influyente de Putin, guarda sobre su escritorio de trabajo la reciente biografía de su ex jefe Marcos Peña perforada con un cuchillo que atraviesa el lomo y las páginas del libro.
Marcos Peña fue el amortiguador político de Macri Presidente, como Jefe de Gabinete siempre le aconsejó al ex gerente de Sevel que para sintonizar con el algoritmo del momento, el obamismo, es decir el capitalismo globalizado mechado con algunas dosis de wokismo, había que preservar ciertas garantías institucionales para que el libre mercado reine en Argentina.
“Muchas veces discutió con Macri y con Patricia Bullrich sobre el accionar de las fuerzas federales. Se cruzaron cuando Santiago Maldonado desapareció durante una represión de Gendarmería en la Patagonia y durante la represión en el Congreso por la reforma previsional. Yo sería más duro contra las protestas pero Marcos no me deja, se quejaba en privado en esos días, a fines del 2017, el entonces presidente”, se lee en una nota sobre Peña publicada un año atrás en la revista Anfibia.
Santiago Caputo, el ghost writer del discurso de Milei en Davos, jamás le diría a Milei que sea blando contra las protestas sociales. Todo lo contrario, el Mago del Kremlin, el dueño del algoritmo mileísta, el que financia y da letra a la tropa digital oficialista, blinda un mensaje que rompe el consenso democrático construido desde 1983.
Pero, Caputo, a decir verdad, no debería ser apodado “El mago del Kremlin”, sino el ingeniero del caos, en referencia a un ensayo político escrito por el mismo autor que la anterior referencia bibliográfica señalada, el escritor y ex asesor de la socialdemocracia italiana Giuliano Da Empoli.
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Da Empoli escribió “Los ingenieros del caos” a petición del primer ministro del Partido Democrático para quién trabajaba. En ese momento, el populismo de derecha italiano ascendía de forma promontoria en los sondeos de opinión y el gobierno quería contar con un análisis de hondo calado al respecto. El resultado, un libro que hoy es citado por los principales analistas de opinión del mundo como fuente teórica imprescindible para entender a la alt right.
Da Empoli inicia su texto con una lectura sociológica de la figura arquetípica del carnaval. En sus orígenes, la fiesta popular permitía a sus feligreses utilizar el dispositivo de la máscara como un insumo desde donde camuflarse para mofarse sobre las jerarquías sociales. “Desde la Edad Media, el Carnaval ha sido la ocasión para que el pueblo derroque, de manera simbólica y por un tiempo limitado, todas las jerarquías establecidas entre el poder y los dominados. En este clima, los locos se convierten en sabios, los reyes en mendigos y la realidad se confunde con la fantasía. Un golpe de Estado simbólico que casi siempre termina con la elección de un rey, sustituto temporal de la autoridad oficial”, dice el también autor de “El mago del Kremlin”.
Parece una comparación osada y estelar para comprender la abrupta irrupción que ha generado el dispositivo comunicacional de Internet en el sistema político. ¿Acaso los famosos trolls no se amparan en el anonimato de las máscaras digitales para horadar los cimientos del orden político? Es evidente, por último, que la ultraderecha podrá tener sus diferencias puntuales, Trump por ejemplo amuralla su economía mientras otros exponentes son más librecambistas, pero hay un común denominador que los aglutina: la colonización del algoritmo de Internet para incidir en la opinión pública.
¿Acaso los famosos trolls no se amparan en el anonimato de las máscaras digitales para horadar los cimientos del orden político? Es evidente, por último, que la ultraderecha podrá tener sus diferencias puntuales pero hay un común denominador que las aglutina: la colonización del algoritmo de Internet para incidir en la opinión pública.
Una sociedad cada vez más recluida en la pantalla del teléfono celular, una superficie angosta e híper controlada donde la población toda transacciona a diario sus modos de ver el mundo, es más vulnerable al odio, al caos, y a los besos vampíricos que orquesta desde una oficina de la Casa Rosada el ingeniero del caos.