Por Emiliano Guido
Foto: Marcelo Hernandez para Getty
El presidente Gabriel Boric aprovechó su participación en la Asamblea General de Naciones Unidas para realizar reuniones bilaterales en un tono político “afectuoso” con sus pares de España y Canadá: Pedro Sánchez y Justin Trudeau. Con ambos mandatarios, parte del staff del norte global, el ex dirigente universitario ha construido un buen vínculo porque, aduce, comulgan con su visión a favor de un desarrollo económico con equidad social y protección ambiental.
A la par que Boric visibiliza su sintonía política con gobiernos de países desarrollados, el joven dirigente -cuyo rostro vistió la portada de la elitista revista Time, quien catalogó a Boric como “el rostro de la nueva izquierda”- fue el único mandatario integrante de la denominada “nueva ola progresista” que no condenó el intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández. Besos y abrazos con Sánchez y Trudeau, silencio para Cristina.
A su vez, Boric utilizó el escenario de la ONU para dar su parecer a los medios internacionales sobre el estrellado proceso de reforma constitucional. “Algunos han querido ver el resultado del plebiscito como una derrota oficialista. Nunca un gobierno puede sentirse derrotado cuando el pueblo se pronuncia. El resultado es la expresión de una ciudadanía que demanda cambios sin poner en riesgo sus logros presentes”, interpretó en su habitual tono político, sensible, mesurado, progresista.
Recapitulando, el plebiscito de salida que puso en consideración el proceso constituyente chileno fue rechazado el domingo 4 de septiembre de forma contundente: el 62% de los electores dijeron no al texto consensuado en la convención para reformar la actual Carta Magna, implantada durante la dictadura de Augusto Pinochet. Rápido de reflejos, el presidente Boric anunció, apenas se oficializaron los resultados, que la coalición gobernante pondría en marcha un nuevo “itinerario constituyente”; aunque, esta vez, a diferencia del frustrado intento de reformas, donde tuvieron voz y voto ciudadanos independientes o movimientos sociales de sesgos autonomistas, la propuesta del Ejecutivo es que el próximo debate sea direccionado por partidos políticos con representación parlamentaria.
La derrota de la opción “Apruebo” estuvo asentada en circunstancias puntuales: el voto obligatorio, al movilizar a toda la población, expuso el desacuerdo de “la mayoría silenciosa” con una convención que deseaba transformar sin matices la ley suprema pinochetista en una arquitectura legal de vértices plurinacionales, feministas y ambientalistas; además, durante el proceso de debate un sector moderado del oficialismo decidió marcar posición propia y apoyar el voto “Rechazo”; de ahí, que Boric haya decidido reorganizar el gabinete ministerial para dar lugar a cuadros provenientes del centro político.
El periodista Gerardo Szalkowicz apunta que la derrota constituyente impacta en el escenario nacional, donde la derecha siente que comienza a recuperar la autoestima: “El aluvión de votos no fue para bancar el legado pinochetista sino en desacuerdo con este proyecto de Constitución redactado. Sigue ahora una maratón de negociaciones y roscas por arriba para definir el mecanismo de un próximo proceso constituyente, pero ahora con las fuerzas populares debilitadas y desmovilizadas, un gobierno desconcertado y una derecha envalentonada que clavó un nocaut y pasó a la ofensiva luego de tres años de puras derrotas”.
Andrés Valderrama, integrante del comité científico de la Revista Iberoamérica Social, agrega en un artículo publicado en el portal regional ALAI que el heterogéneo campo popular chileno – donde tienen voz y voto la moderada coalición de gobierno, los socios en disconformidad del Partido Comunista y la central sindical CUT, y la izquierda silvestre autogestiva- no tuvo en cuenta la vigencia de la “subjetividad neoliberal” en la ciudadanía: “Si bien es innegable la importancia de construir un Estado Plurinacional, Regional, Ecológico y Feminista, como la instalación de una Democracia Sustantiva, creímos torpemente que el sujeto neoliberal sería cosa del pasado”.
TURQUESA ESPERANZA
El 12 de septiembre la Cámara de Diputados aprobó la prórroga, por séptima vez, del Estado de excepción en la zona de la Araucanía, donde la comunidad mapuche es un actor político y social relevante. De esa manera, la coalición prolonga la política coercitiva que ha tenido el Estado chileno en las últimas décadas para intervenir una zona del país donde el desarrollo económico entra en colisión con la visión ancestral de los pueblos originarios. El gobierno aclara que la política de militarización solo busca blindar la libre circulación en “carreteras y rutas”; y que el Estado de excepción no se establece tierra adentro, de una manera más asertiva, como reclama la oposición.
La mencionada continuidad en la agenda mapuche se contrapone con una ruptura gubernamental con la que Boric procura establecer una marca de gestión: su preocupación por el resguardo medioambiental con una salvaguarda que lo destaca con respecto a otras administraciones de sesgos ecologistas; es decir, el interés de Boric por generar marcos de cooperación global para proteger a los océanos, la denominada “diplomacia turquesa”.
“Boric apuesta por una política externa promotora del multilateralismo, emprendedora, feminista y turquesa. La protección del medioambiente terrestre y de los ecosistemas marinos que comprometió a la cartera de Exterior durante el segundo gobierno de Bachelet también será liderado desde marzo por la nueva canciller, Antonia Urrejola”, explica un artículo publicado por el diario La Tercera.
El color turquesa implica la conjunción de la agenda verde, protección del recurso tierra, y de la agenda azul, protección del recurso agua. Quizás, ese color, de tonalidad suave y atractiva, evidencie la distancia política que separa al actual Boric del joven dirigente estudiantil de verba encrespada, intensa, roja.