Los movimientos sociales cambian de piel en la era Milei. Acorde a una economía líquida o uberizada y a un ajuste brutal del gasto público, los trabajadores informales han crecido en volumen. Su dirigencia, lejos de mostrarse sectaria, camina cerca del movimiento obrero. El desafío de pintar de marrón al peronismo
Opinan: Alejandro “Peluca” Gramajo, secretario general UTEP; Omar Giuliani, referente de la Federación Nacional Territorial (FeNaT); y Silvia Saravia, dirigente de Libres del Sur.
Por Emiliano Guido
La diputada nacional Natalia Zaracho notó cierto resquemor en torno a su presencia durante la asunción de legisladores nacionales que formalizó su ingreso al Congreso. Zaracho es dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), una construcción sindical de nuevo tipo que agrupa a trabajadores y trabajadoras de la economía informal. Cartoneros, horticultores, vendedores de feria, entre otros actores sociales precarizados y sin patrón formal, confluyen en el MTE. La “diputada cartonera”, como es mencionada en las crónicas del hemiciclo legislativo, comentó aquella incomodidad vía whatsapp al dirigente Juan Grabois en una foto que identificaba a los diputados poco cordiales, intuyó que pertenecían al bloque de Juntos por el Cambio. “No, Naty, son nuestros”, aclaró Grabois.
La anécdota, que el referente de la coalición Patria Grande comentó con insistencia y evidentemente adrede en sus recientes incursiones mediáticas, confirma la sesgada representación social parlamentaria del kirchnerismo y aliados. Por el contrario, el presidente Juan Perón anhelaba que un tercio de la conformación de las listas legislativas fuese destinado a la CGT. Con el paso de los años, el peronismo colocó en los principales puestos de su gobernanza -ya sea Ejecutivo o Poder Legislativo- a profesionales de clase media.
Los movimientos sociales vienen ganando protagonismo político. Es la consecuencia dialéctica de una modificación abrupta del paisaje económico. Hoy las aplicaciones electrónicas agrupan a miles de trabajadores, son las nuevas fábricas líquidas. El campo, cada vez más tecnificado, expulsa mano de obra. Crecen, entonces, los jornaleros rurales. No solo el campo expulsa mano de obra, el mercado lo hace en los centros urbanos por falta de demanda. Pero, los expulsados se organizan, y cartonean, o son feriantes, o cuidadores de hogar. Esa gigantesca masa de trabajadores se halla agrupada en la UTEP. Lejos de tener una posición política sectaria, la mencionada construcción sindical se reconoce parte del movimiento obrero. De ahí que su secretario general, Alejandro “Peluca” Gramajo, haya decidido asumir su responsabilidad al frente del sector en la sede central de sus primos hermanos de la CGT. Malas Palabras habló con Gramajo para saber cómo leen la etapa política desde su sector social organizado.

“No fue casualidad que, después de haber realizado la formalización de nuestro sindicato con una masiva participación de los afiliados y afiliadas en el proceso electoral, la asunción de autoridades la hayamos hecho en el histórico salón Felipe Vallese de la CGT, con todo el consejo directivo y las dos CTA. Cuando no estamos de acuerdo en determinadas coyunturas con los sindicatos, ponemos la contradicción principal por delante, no las secundarias. Yo creo que esa maduración del movimiento obrero y las organizaciones populares es determinante para la reconstrucción del movimiento nacional”, puntualiza Gramajo.
¿Por qué el peronismo no tiene una representación más obrera y del pueblo llano en el vértice de su gestión?, pregunta Malas Palabras. “Creo que el problema es la falta de protagonismo popular y de un proyecto de país. El campo popular se debe un debate profundo en este sentido. No se trata de buscar responsables con el dedo acusador, pero uno tiene que sacar conclusiones de las diferentes etapas de la política en estos 40 años de democracia. Porque sin hacer un balance muy profundo, la última experiencia del campo popular en el gobierno fue un desastre, terminó con más del 40 % de pobreza y si uno mira en perspectiva el pasado reciente tampoco es que logramos consolidar un modelo de país que quiebre con las recurrentes crisis económicas en la que caemos y, sinceramente, creo que eso se debe a la falta de modelo”, contesta Gramajo.
Omar Giuliani, referente de la construcción territorial FENAT, dice a Malas Palabras que el camino de acción política de los movimientos sociales y el movimiento obrero organizado es uno solo: “los movimientos sociales siempre caminamos cerca del movimiento obrero porque básicamente ambos sujetos somos trabajadores y trabajadoras; es más, la CTA Autónoma habilita la afiliación directa de los trabajadores de la economía popular por ese motivo. Es importante señalar que varias organizaciones sociales han nacido al calor de puebladas protagonizadas por trabajadores desocupados en los años 90, eso marca la fuerte ligazón entre los dos actores sociales. Por ese motivo, insisto, treinta años después del nacimiento del movimiento piquetero, y en la reafirmación de una nueva ola neoliberal en el país, es lógico que la expresión del movimiento obrero organizado formal y las organizaciones territoriales caminen juntas”.

En su análisis Giuliani puntualiza que Argentina tiene a la mitad de su población económicamente activa precarizada, lo que explica el malestar social contra el sistema político. “Lo que ocurre es que ese enojo, o malestar social, se canalizó electoralmente por derecha en la última elección. El triunfo de Milei fue un estallido de votos antisistema contra un tipo de democracia formal que no ha podido resolver las grandes urgencias de la población. Es decir, el gobierno de Milei responde al descontento social dando una batalla cultural conservadora que busca legitimar una matriz distributiva regresiva y nuevas relaciones de trabajo. Por lo tanto, considero que van a seguir tensando en términos ideológicos, esa es su manera de profundizar el modelo que vienen a implementar”.

Malas Palabras también conversó con la dirigente nacional de Libres del Sur Silvia Saravia: “Considero que hoy existe una confluencia multisectorial porque la dirección de este programa de gobierno golpea a muchos sectores sociales en simultáneo. Me parece que, por eso, hemos dejado de lado nuestras diferencias puntuales. La unidad es el camino en una situación extraordinaria como la actual. No se trata de algo atípico, más de veinte años atrás, en otra crisis de envergadura, el pueblo argentino gritó que piquete y cacerola, la lucha es una sola. La magnitud de la crisis hace que el movimiento obrero no vea con recelo a las y los desocupados”, sostiene Saravia.
¿El gobierno seguirá tensando la cuerda por los comedores? Si los niveles de ajuste son históricos, ¿Por qué no hay una explosión social?, pregunta Malas Palabras. Saravia toma la palabra, en principio responde que: “Los movimientos sociales hemos desarrollado un entramado social muy profundo y extenso. Llegamos a lugares donde el Estado no llega, y donde han perdido mucha legitimidad los punteros de los partidos tradicionales. Esa situación hace que muchas veces seamos la única llegada posible del Estado al territorio. Creo que el gobierno tensa la cuerda respecto de algunas cuestiones simbólicas, como son la solidaridad, el colectivismo, la comunidad, el trabajo solidario, y así pone a la intermediación como algo nocivo. Por el contrario, desde los movimientos sociales reivindicamos el trabajo solidario que realizan las y los militantes en el territorio”.
Por último, acota que: “No hay una explosión social por varios motivos: la red de asistencia que hemos creado es muy extensa, y por ahora tiene sostén. La asignación universal y la tarjeta Alimentar siguen dando respuestas, lo mismo que la ampliación jubilatoria. Al mismo tiempo el enojo con la gestión anterior aún permite al gobierno cierto colchón de legitimidad para aplicar sus políticas”.