¿Por qué no hay estallido ni originalidad, sino método y calco, en la batalla de Milei contra todo el sistema de medios? Con testimonio del periodista de El Destape Web Ari Lijalad
Por Emiliano Guido
https://substack.com/@guidoesminombre
Ingresó con mameluco petrolero para consagrar su incursión en el cosplayer proletario. Algo inusual para un mandatario inscripto en el dress code del mundo libertario -flequillo flogger en su momento, incluso trajes auto confeccionados de héroes anti populistas- y muy celoso de su imagen, tanto que exige en las entrevistas un protocolo de iluminación para alisar los pliegues de su papada.
Ingresó con mameluco petrolero para consagrar su incursión en el cosplayer proletario. Algo inusual para un mandatario inscripto en el dress code del mundo libertario -flequillo flogger en su momento, incluso trajes auto confeccionados de héroes anti populistas- y muy celoso de su imagen, tanto que exige en las entrevistas un protocolo de iluminación para alisar los pliegues de su papada.
Javier Milei vistió un mono de YPF en la extrañísima entrevista otorgada al productor de Alejandro Fantino el último domingo de junio en el canal de stream Neura. En un ataque de gore narrativo el mandatario disparó a mansalva insultos contra referentes de todo el sistema periodístico.
La atropellada de Milei insistió en el estilo de metáforas que usa para atacar al cuarto poder: obsesión por la supuesta vulnerabilidad anal de sus oponentes (de ahí la referencia a la especie animal mandril), además reiteró el chiste muy de café concert de modificar el apellido de los periodistas con dos palabras hirientes a la honorabilidad de la profesión: “pauta” y sobre”.
El programa aludido, donde Milei llegó acompañado de una de sus mascotas, tuvo momentos desopilantes propios del vodevil mediático que, con cálculo frío, el Jefe de Estado busca construir para ganar el pulso del algoritmo. Mientras despotricaba contra la fundadora de Futurock Julia Mengolini o una de las caras célebres de la señal TN Joaquín Morales Solá, la diputada nacional Lilia Lemoine lo escuchaba desde el piso cual estudiante de Filo en mítin asambleario y con expresión embelesada mientras su hermana y secretaria general de Presidencia se comprometía a donar un millón de pesos a una cruzada benéfica canina.

Otros gritos, otras ultras
Milei no es original, su odio contra los periodistas tampoco lo es. El debate público se halla fascinado con su figura, ya sea por odio o veneración. Su narrativa es el centro de gravedad de la discusión política. Ha popularizado frases de tal magnetismo – “no la ven”, el insidioso “fin” del vocero presidencial, “periodistas ensobrados”-, que son incluidos por sus oponentes en los textos propios para intentar torcer su sentido.
Milei no es original, su odio contra los periodistas tampoco lo es. El debate público se halla fascinado con su figura, ya sea por odio o veneración. Su narrativa es el centro de gravedad de la discusión política. Ha popularizado frases de tal magnetismo – “no la ven”, el insidioso “fin” del vocero presidencial, “periodistas ensobrados”-, que son incluidos por sus oponentes en los textos propios para intentar torcer su sentido.
En el libro “Los ingenieros del caos” del politólogo italiano Giuliano Da Empoli, un texto de referencia global para pensar a la ultraderecha, el autor narra con lujo de detalles la irrupción en la política local del Movimiento V Estrellas, una formación cuyo frontman era un comediante que ganó fama, antes y después de llegar al gobierno, burlándose de los periodistas más destacados.
Da Empoli compara a las redes sociales con los hormigueros; en su interior, advierte, los insectos, o los usuarios, se desplazan en una hilera apretada a partir de la reacción observada en su contorno más cercano. Los Milei o los Bolsonaro a sabiendas que, en la era de la insatisfacción democrática, los ciudadanos ya no validan su opinión en el club barrial o la unidad básica partidaria, sino en ese hormiguero global llamado Internet, operan al interior de los hormigueros. Sus tuits son como pequeñas ramas o rastros de miel, instrumentos para torcer o azuzar la marcha de las hormigas.
“Las redes sociales sólo tienen un objetivo: lo que los pequeños genios de Silicon Valley llaman engagement y que, en política, significa adhesión inmediata. Si el algoritmo de las redes sociales está programado para ofrecer al usuario cualquier contenido capaz de atraerlo con mayor frecuencia a la plataforma, el algoritmo de los ingenieros del caos les obliga a mantener cualquier posición, razonable o absurda, realista o intergaláctica, siempre que intercepte las aspiraciones y los temores de los votantes”, estima Da Empoli.

Caso testigo
La embestida de Milei trasciende las fronteras ideológicas, es una carga ciega y brutal contra todos los periodistas. Hace unos años se popularizó en el país la etiqueta “Corea del Centro” para identificar a los comunicadores públicos distantes de los dos polos que tensionan las tomas de posición política del sector de prensa.
Corea del Centro es un país imaginario habitado por periodistas que hacen gala de su neutralidad frente a las fuerzas en pugna al momento de pensar la relación entre los medios de comunicación y el poder: el campo social y profesional identificado con el hashtag “Clarín miente” versus el bloque empresarial hegemónico de los mass media. Bueno, Milei dispara contra todas las Coreas.
Por caso, en los primeros días de julio su furia estuvo centrada contra la conductora de FM Urbana María O’ Donnell y el columnista transfronterizo -su carga horaria laboral inicia en TN y cierra por la noche en el canal de stream Blender– “Manu” Jove. De hecho, la voz cantante del mileísmo en la red X contra los periodistas, el productor audiovisual Santiago Oría, se burló del carácter saltimbanqui de Jove: “trabajas para las mabeles a la mañana, y a la noche sos kuka”.

Esa narrativa burlona del oficialismo expone los hilos de la maquinaria, el gobierno nacional prolonga el manual de estilo de la ultraderecha. No hay caos ni improvisación en la ofensiva, sólo los sujetos políticos sostenidos en un guión político puntilloso pueden tomarse en solfa su propio discurso. Oría descansa al multitasking columnista “Manu” Jove porque, en última instancia, se trata de un navegante de su propio cuadrante político -un extenso mar que va del centro a la ultraderecha- pero, eso sí, el mileísmo es implacable contra aquellos comunicadores opositores a rajatablas.
Semanas atrás, el gobierno insistía en verbalizar su furia contra el fundador del multimedio El Destape, el periodista especializado en economía Roberto Navarro. A su vez, para subir la vara, Milei instaba a sus fans a poner el cuerpo en la cruzada. El deseo del presidente se hizo realidad, Navarro fue golpeado por dos ciudadanos que no pudo identificar mientras aguardaba una reunión en un hotel del microcentro porteño. Las trompadas llegaron detrás suyo cuando reposaba en un sillón, la fuerza del golpe y el efecto sorpresa se potenciaron: Navarro fue hospitalizado durante varios días.
El periodista Ari Lijalad, con mucha experiencia en el campo de la investigación, integra el staff de El Destape, donde conduce el informativo de la primera mañana. También cayó bajo la mira del gobierno, en su caso tomó forma de acción judicial por una supuesta difamación contra el presidente.

Malas Palabras consultó a Lijalad para conocer su mirada sobre la guerra oficialista contra el cuarto poder: “Milei no emite exabruptos, no es que le agarra un ataque, sus insultos parten de una lubricada planificación. La estrategia oficial trata de destruir un lugar de expresión donde las personas pueden encontrar información. En lo operativo, el presidente trabaja sobre el miedo. Al atacar a diferentes referentes del oficio, sobre todo a mujeres, intenta generar autocensura sobre el resto de los colegas. Por ahora, no lo logra, en mi caso más de 600 periodistas respaldaron con su firma el artículo que enojó a Milei”.
«En lo operativo, el presidente trabaja sobre el miedo. Al atacar a diferentes referentes del oficio, sobre todo a mujeres, intenta generar autocensura sobre el resto de los colegas. Por ahora, no lo logra, en mi caso más de 600 periodistas respaldaron con su firma el artículo que enojó a Milei»
Ari Lijalad, periodista de El Destape