Por Hugo ‘Cachorro’ Godoy (secretario general de ATE Nación; presidente de Unidad Popular de la provincia de Buenos Aires).- Lo que está en curso en este momento en el país es una tercera reforma del Estado, y esa reforma tiene como objetivo reducir personal y alentar a que los empresarios hagan lo mismo. Pero fundamentalmente la intención es disciplinar a la clase trabajadora para obligarla a que acepte condiciones indignas, salariales y de condiciones laborales, para intentar preservar su trabajo, muchas veces precario.
Cual es el objetivo final de esa reforma? Estoy convencido de que tiene que ver con la intención de introducir a ese Estado en el marco de la economía global y en el marco del esquema de justicia global. Que los gobiernos anteriores no se hayan animado a salirnos del CIADI es lo que ahora les permite plantearse la incorporación de nuestro país a los acuerdos del Transpacífico o los acuerdo de libre comercio con Europa. Lo que van a hacer es maniatar más aún al país, no solamente en el plano económico, sino también el jurídico, para alejarnos de nuestro objetivo de tener verdaderamente un Estado soberano de los intereses mundiales
En los años 90 la idea era que no podíamos perder el tren del primer mundo. Nos habían ganado culturalmente. El estado no servia, había que irse con el retiro voluntario y con ese dinero uno se convertía en empresario del primer mundo. Hubo mucha gente que así lo pensó. Eso cambió.
Ahora los tipos recrearon otra forma de gobernabilidad. Por primera vez un hijo de la elite del poder accede al gobierno por el voto directo y democrático. No por la fuerza. Y esto no es un trema menor, porque quiere decir que está acompañado por una parte importante de nuestro pueblo. No de los ricos, que son una porción pequeña del país, sino de sectores populares que se expresaron en contra de lo que había.
Por lo tanto hay una disputa cultural muy fuerte que hay que dar en términos políticos.
Para darla, creo que no hay que repetir lo que había. Sino generar algo nuevo. Si uno hace lo mismo, obtendrá el mismo resultado
Ellos ganaron las elecciones con cierto consenso. Todavía no hay grietas en esa estructura de poder. La economía estaba ya más concentrada y extranjerizada en los últimos años, y ese es el punto de apoyo de este bloque de poder en manos de los verdaderos patrones.
Por eso, no dependemos ahora de la grieta de ellos, sino de la posibilidad de recomponer el campo popular. Tenemos como ventaja esa enorme capacidad de nuestro pueblo de salir a la calle a reclamar por sus derechos. Ahora, no solamente hay que unirse para resistir, sino que hay que unirse porque son malos, expresan lo antipopular. Pero, al mismo tiempo que no los queremos, vamos a tener que saber construir una alternativa que sí queremos.
La unidad tiene que ser para poder debatir en torno de cómo vamos a construir lo nuevo. Venimos de un tiempo de una estrategia de fragmentación del campo popular, y entonces nos hace bien reflexionar sobre estas cosas. El camino no será corto, en tanto y en cuanto no hagamos notar la perspectiva de una construcción nueva.
“La precarización fue la madre de los despidos”
Una de las más perversas herencias de gobierno anterior fue la instauración de la precarización laboral. La precarización de ayer es la madre de los despidos de hoy, porque les allanó el camino. Esto es un dato objetivo, que después uno puede o no mirar. Uno puede decir que no había otra forma y que era necesario, o, aún estando en el mismo partido de gobierno también se puede criticar duramente. Está en la conciencia de cada uno, pero es una realidad. Lo cierto es que no hay ninguna posibilidad de transformación en la sociedad argentina si no se asienta en la fuerza de la clase trabajadora organizada. Y si hay alguno que creyó que podía transformar la sociedad, alentando la división de los trabajadores y del movimiento popular, es necesario que se revise esta estrategia hasta entender que eso no conduce a ningún lado
La base principal es la conciencia de clase, de ser trabajador, de tener esa identidad, seas permanente, precario o desocupado.
Yo estoy seguro que las organizaciones sindicales, sociales o culturales, son mucho más grandes en la Argentina que lo que eran en el 2001. Somos mucho más fuertes. Pero estamos mucho más fragmentados. Porque hubo una política para que así fuera.
Ahora bien, esa posibilidad de articular el debate entre todas estas organizaciones, tanto en el territorio, como en los sindicatos, las universidades o las escuelas, es la clave para entender la unidad del movimiento popular en la Argentina
Autonomía de los gobiernos
Ahora bien, yo no creo que los trabajadores se unan, porque se junten los tres secretarios generales de las distintas CGT, o los dos titulares de la CTA, una de las cuales integro. Si no hay participación colectiva, si no hay debate, si no entendemos que la libertad y la democracia sindical no pueden ser meras consignas orales y sí deben ser formatos que motoricen el protagonismo de los trabajadores, no habrá unidad.
Tampoco la habrá si no se entiende el concepto de autonomía, si ella no se instrumenta como un valor central para cualquier organización libre del pueblo. Autonomía no quiere decir apoliticismo, sino que es respetar la identidad de esas organizaciones, sin alineación al partido de gobierno, aunque sea el que uno haya votado.
Y ese es un desafío imprescindible para desterrar esa falsa idea de que la política es lo más importante y de que vos hagas lo que yo diga, porque soy el dirigente político que te dice lo que hay que hacer. En ese formato, la asamblea solo es importante para discutir el salario, pero no para discutir el proyecto de país de todos. No! La asamblea tiene que servir para esto último, sino vamos a seguir siendo una colonia.
Lo que le va a dar salida a la presión que hoy sienten los sectores más humildes, no es la bronca contra el que nos está cagando, sino que es la posibilidad de la esperanza de una construcción propia.
Por eso insisto en que no tenemos que basarnos en solo decir que son malos. Tenemos que demostrar que podemos ser mejores.
Y eso se hace convocando al protagonismo de nuestro pueblo. Si no lo hacemos, no habrá posibilidades de transformar la realidad.
Los males de la democracia se solucionan con más democracia, y la única forma de que la haya es que exista más protagonismo y poder popular.
Si esto se logra nos va a apretar más para que aquella unidad no sea una decisión de algunos dirigentes, sino que se transforme en un proyecto para toda la clase trabajadora donde todos tengamos cabida.
Donde entre todos forjemos la nueva independencia de nuestro pueblo.