Por Nora Oraziuk (dirigente de Unidad Popular La Plata y encargada del área de Género).- El propósito de esta columna es abordar la temática de género de una manera sencilla para poder entender de qué hablamos cuando se mencionan palabras como patriarcado, machismo, feminismo, etc. La idea es que al poder comprender dichos conceptos modificar nuestra conducta hacia una sociedad verdaderamente igualitaria, entendiendo esto como una plena igualdad de derechos.
En principio comenzaremos por definir que es el patriarcado:
“es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia paterna sobre la materna”.
Un aporte interesante es el que hace la antropóloga Marcela Lagarde sobre tres aspectos que lo caracterizan:
1. Es la oposición entre el género masculino y el femenino, asociada a la opresión de las mujeres y al dominio de los hombres en las relaciones sociales, normas, lenguaje, instituciones y formas de ver el mundo.
2. Se refiere al rompimiento entre mujeres, basado en una enemistad histórica en la competencia por los varones y por ocupar los espacios que les son designados socialmente a partir de su condición de mujeres.
3. Finalmente, apunta que el patriarcado se caracteriza por su relación con un fenómeno cultural conocido como machismo, basado en el poder masculino y la discriminación hacia las mujeres.
Con estos elementos podemos afirmar que el patriarcado es una construcción socio – cultural que esta naturalizada, esto significa que forma parte de nuestra educación occidental, que parte de un supuesto “femenino y masculino” (división binaria de la sociedad) al que se le asignan diferentes tareas los varones ejercen lugares de poder, dominan el ámbito publico y el privado, son el sostén familiar etc. y a las mujeres se les asigna roles pasivos como la educación y crianza de los hijos el cuidado de los mayores, tareas referidas al hogar etc.
En este punto es importante reflexionar que dicha construcción da por sentado una sola sexualidad posible, rechazando de plano las diversas sexualidades, y que el fenómeno cultural llamado machismo que se desprende del patriarcado pone a la mujer en un lugar pasivo y de dominio exclusivo del hombre. Por lo tanto no reconoce su subjetividad, desprendiéndose de esto último la violencia de género ya que solo queda reducida a un objeto de pertenencia masculina.
También es importante destacar que el patriarcado no solo somete a las mujeres sino a todas aquellas minorías que no encajen dentro del sistema dominante.
Estas consideraciones conceptuales nos sirven como punto de partida para preguntarnos si seremos capaces de modificar nuestras conductas sociales. Si podremos replantearnos una sociedad con igualdad de derechos; es decir donde hombres y mujeres nos corramos de los estereotipos, del deber ser y de lo que hemos aprendido, y podamos deconstruir una sociedad donde a las mujeres se las respete no por su condición de mujer sino por su condición de ser humano.
En este punto podemos analizar varios ejemplos que se repiten en lo cotidiano a modo de reflexión. Ante los casos de violencia de genero en que se puntualiza que “podría ser tu madre, hermana, novia”, debemos entender que se trata de una descripción de una posición familiar patriarcal, ya que no somos reconocidas como mujeres sino que señala como importante nuestro rol como integrantes de una familia.
Otro ejemplo donde se ejerce violencia sobre nuestros cuerpos es en el cuestionamiento de la forma de vestir, lo que justificaría el accionar de algunos varones para dar vía libre a sus pulsiones sexuales.
Esta es una conducta aprendida y tolerada por nuestra sociedad, donde claramente somos las “culpables” de tal provocación.
En este último ejemplo es importante destacar que si bien mediante los medios de comunicación se juzga negativamente a los femicidios, la verdad es que no se profundiza en la violencia de genero como tal.
El Ni una Menos fue el detonante para una toma de conciencia colectiva pero que entendemos como insuficiente mientras no modifiquemos las conductas machistas. Algunas están tan naturalizadas como criticar a una mujer por su decisión de ejercer su libertad sexual o su decisión de no tener hijos.
Los femicidios son la punta del iceberg de la violencia de genero pero queda mucho camino por recorrer, muchos micromachismos para analizar y decididamente mucho temas para poner en debate de manera conjunta para hacer posible una sociedad donde prevalezca el respeto por sobre nuestros géneros.
Por ultimo quiero cerrar con una frase de Rosa Luxemburgo que sintetiza lo que he querido expresar: “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”