El escritor Juan José Becerra presenta en Canal Abierto y Malas Palabras su díptico de novelas: Un hombre y Dos mujeres. Dos novelas publicadas en simultáneo, con una portada común partida en hemisferios; evidentemente, Becerra (Junín, 1965) hace de la ambición una estrategia de creación audaz. Un encuentro con un hombre inmerso en la aventura de escribir.
Por Walter Lezcano
Profesor de literatura, escritor y poeta
Imágenes y video de la entrevista a cargo de Canal Abierto
El escritor y columnista Juan José Becerra es puntual. A pesar de vivir en La Plata hace tiempo, aunque es nacido y criado en Junín, llega al encuentro en la zona de Plaza de Mayo en el punto exacto y acordado previamente, al momento que aterriza el mediodía en la ciudad. Es afable, sonríe mucho y tiene unos modos amables que favorecen la cercanía, pero cuando responde tira balas de plata.
Acaba de publicar dos novelas en simultáneo: Un hombre y Dos mujeres, ambas por Seix Barral. Una suerte de díptico donde se pueden vislumbrar la búsqueda de la identidad en esta era, la indagación por los bordes identitarios del género y los lazos humanos espontáneos que, a veces, se arman. Becerra es un observador agudo de la realidad. Sostiene su columna dominical en el portal El Diario, que puede ser leída como una suerte de diario de vida donde la realidad cotidiana y política cobra otro vuelo bajo su pluma.
A continuación, un diálogo con uno de los mejores escritores de la narrativa argentina. Becerra sigue su camino, cada vez más ambicioso, a la conquista de nuevos espacios creativos.

-Sacaste dos libros en simultáneo. ¿Cuál es tu operación cuando escribís literatura?
-Mi operación es totalmente accidental. No entiendo mucho porque empiezo a escribir una escena en un libro y tampoco entiendo por qué esa escena se despliega de manera ramificada a territorios que no están bajo el control de la escritura. Uno escribe para no controlarse. Siempre fui bastante indiferente a la época en el momento de escribir, pero estoy muy atento a la época al ejercer la vida cotidiana. Me preocupa lo que pasa en el sentido de vivir la época. Quiero entender lo que pasa y está difícil. Con la literatura me pasa lo contrario: tengo que escribir de espaldas a la época.
Uno escribe para no controlarse. Siempre fui bastante indiferente a la época en el momento de escribir, pero estoy muy atento a la época al ejercer la vida cotidiana. Me preocupa lo que pasa en el sentido de vivir la época. Quiero entender lo que pasa y está difícil. Con la literatura me pasa lo contrario: tengo que escribir de espaldas a la época.
-¿Qué es un díptico cuando hablamos de literatura?
-Díptico es un conjunto de dos cosas. Se podría llamar dúo o pareja también. Yo lo veo más por el lado de la vinculación siamesa. Dos libros pegados por la espalda, o por la nuca o por donde sea, que tienen dos cuerpos separados, pero al mismo tiempo con una especie de conexión. Lo veo como dos libros que tienen una escena en común, y esa escena es el momento en donde las novelas se separan, pero también podrían haberse unido.Hay un teatro del contacto, del roce, de la fricción, que a mí me hace pensar que son dos libros que están tan separados como unidos.
Dos libros pegados por la espalda, o por la nuca o por donde sea, que tienen dos cuerpos separados, pero al mismo tiempo con una especie de conexión. Lo veo como dos libros que tienen una escena en común, y esa escena es el momento en donde las novelas se separan, pero también podrían haberse unido.

-Vamos a otro tema, ¿el gobierno nacional intenta destruir la comunicación o degradar el lenguaje?
-No estoy tan seguro de que todo sea responsabilidad de este gobierno. El lenguaje se va degradando solo. Y al mismo tiempo se va restituyendo solo. Las épocas generan lenguajes nuevos. Hay palabras de ahora que tengo que pedirles a mis hijos que me las traduzcan. Baiteo, por ejemplo. Es nuevo para mí.
Lo primero que hago es ver qué sentido tiene para el conjunto y qué sentido le puedo agregar yo en mi imaginación para entender ese idioma que es como extranjero. Pero, no me parece que el gobierno sea el responsable total de esa degradación. El gobierno es como una manifestación de una cultura que ya se estaba incubando. Las sociedades tienen más responsabilidades que los gobiernos.
-¿En las novelas hay una búsqueda literaria por pensar el género?
-Los géneros, entendido en el sentido técnico, me producen como lector una especie de confusión. Somos más bien especies. No para cometer un razonamiento hiperbólico, me da la sensación de que es así. Las novelas, quizás, no abordan las diferencias de género, sino que se trata de especies bien definidas, y cada una con sus propias características respecto de la otra especie.
¿Cuál sería la semejanza entre un hombre y una mujer? Las más importantes son las biológicas, y son radicales. El hombre es otro tipo biológico. Por lo tanto, esa condición determina todas las demás. Un hombre no piensa como una mujer, no siente como una mujer, es como otra cosa.
Si hay una aventura moderna que fascina al hombre es poder comprender esa otra especie tan cercana desde el punto de vista de la reunión cotidiana, pero tan distante desde el punto de vista de cuando el hombre tiene que ponerse a entender a la mujer. El esfuerzo que el hombre hace por entender a las mujeres. También vale para el hombre entendiéndose a sí mismo. Las diferencias de conocimientos siempre operan a favor de la mujer. Como el hombre es boludo, a la mujer le resulta fácil entender a un hombre. Una mujer le saca inmediatamente la frecuencia al hombre. El hombre, en cambio, da vueltas y no entiende qué pasa.

-¿Se trata, además, de comprender la exploración de la identidad?
-La identidad no la veo como una categoría consolidada en aquellas personas que se ilusionan con tenerla. La identidad es un rótulo, es un voto de fe sobre el recorte que se hace sobre uno mismo y los demás. Me parece que es más fácil comprender la existencia de la identidad que la identificación, que es muy diferente. Uno se ilusiona que su identidad está definida en ciertos términos, si la persona se identifica con esa identidad, tiene algún carácter fuerte. Puede ocurrir lo contrario: los demás nos dicen a nosotros quienes somos.
En ningún caso la identidad termina de consumarse. Son territorios muy movedizos, intercambiables en todos los sentidos. Que uno crea que tiene una identidad solo se responde por la fe que se tiene en esa identidad. En el fondo no hay identidad, es una cuestión de máscaras. Uno tiene la vida que puede.
En ningún caso la identidad termina de consumarse. Son territorios muy movedizos, intercambiables en todos los sentidos. Que uno crea que tiene una identidad solo se responde por la fe que se tiene en esa identidad. En el fondo no hay identidad, es una cuestión de máscaras. Uno tiene la vida que puede.
-En todos tus textos literarios hay una indagación sobre la clase social. ¿Por qué?
-A mí me avergüenza un poco mi clase social. La boludez está incrustada en la clase media ilustrada y aparentemente informada. No me gusta esa tribu, no me siento identificado. Ni siquiera puedo decirlo a nivel ideológico, es a nivel vital. No siento admiración por la clase media.
Siento mucha más admiración por los pobres de mis libros que tienen ese sentido artístico de la supervivencia, que la persona acomodada no tiene ni puede tener ni se imagina lo que se pierde. Por supuesto, la pobreza no es un don para celebrar, pero esos recursos que se emplean en la supervivencia de un día para mí son como obras de arte. Quien tiene la vaca atada: ¿qué le puede pasar? La persona acomodada es mucho más neurótica. No me gusta el fenotipo al que yo pertenezco. La burguesía es muy sucia.

-¿Cómo fue ponerse en la piel femenina para narrar Dos mujeres?
-Es el único personaje mujer, de todos los que tengo, que narra en primera persona. Fue fascinante intentar meterme en la cabeza de una mujer, que no habla de sí misma, sino de otra. Lo que una mujer ve en otra mujer. Una cosa entre mujeres, que tiene que ver con un pacto envasado al vacío. Dos mujeres hablando no son como dos hombres hablando. Hay un grado de profundidad en las mujeres, mucho más intenso de lo que sucede en los hombres. Supongo que habré imaginado que esa situación era buena para escribir. Es una mujer que adora a una mujer, con todo lo diferente que tiene. Y eso devela cosas del vínculo amoroso.
-Sos picantísimo para escribir sobre la realidad argentina. ¿Qué opinás de estos dos años del gobierno nacional?
-Gran parte de la sociedad decidió tener a este gobierno estos dos años y ahora vamos a entrar en la etapa del arrepentimiento. Lo que pasa siempre. Aunque el arrepentimiento esta vez va a ser bastante más profundo. Pero, va a ser un arrepentimiento mudo. Nadie va a reconocer: “Cómo pude haber sido tan boludo”.
Nadie dice las cosas en esos términos porque es muy doloroso reconocer cómo se violentó la confianza. Es mucho lo que está pasando. Aunque la estructura de la economía está colapsada y solo falta que se manifieste, eso lo puede ver cualquiera. El resto es un repertorio de distracciones nunca vistas en un gobierno.