Por Carlos Fanjul.-Termina el kirchnerismo y, si tras 12 años de gobierno, los ‘herederos’ de esa década terminaron siendo los recientes actores del balotaje, tan iguales a los que existían antes de su llegada, uno bien podría pensar que, al final, ese espacio vino para eso: para licuar otras posibilidades y dejar todo como estaba antes de ayer.
“¡¡Grande Duhalde!!”, podría gritar un atropellado. Es que, así visto, bien puede concluirse en que lo ‘mejor’ que hizo el kirchenerismo fue resucitar a la derecha, casi liquidada en tiempos del 2001 -tanto la de adentro del Justicialismo como la de afuera- y ‘construir’ una oposición que se vio fortalecida por la inexistencia de alianzas populares del mundo K.
Vale ver que, en paralelo a su tarea de gobernar, y auto-finiquitada aquella iniciativa superadora que pudo ser la ‘transversalidad’, el mundo K se dedicó a quebrar toda organización popular que no le fuera afín, y, claramente, construyó mejores alianzas por derecha que por izquierda.
Hoy el resultado.
Tras ese caminito ¿finamente calculado?, se atravesó por estas horas el reciente balotaje presidencial, que nos obligó a escuchar sobre las condiciones nefastas que tenía el votar a uno u otro de los postulantes. Poco se habló de sus supuestas virtudes -que no tenían- pero mucho se discutió sobre los seguros perjuicios que promoverán para el futuro de la sociedad en general.
La verdad es que siempre pareció que ambos candidatos, y sus respectivos bandos, tenían razón sobre lo impresentable que era el otro.
Ya la hemos citado, pero bien vale la pena aferrarse a aquella frase-mandato salida de la reflexión del compañerazo Gonzalo Chaves respecto de que “la clase trabajadora no puede ir a una discusión paritaria con el diccionario de los funcionarios”, sino que debe construir el propio en base a diagnósticos y propuestas que sean beneficiosos a sus intereses, y no para los del patrón de turno.
Por eso, también resultó curioso que en el fragor previo del balotaje hasta los militantes más cercanos se enfrascaran en aquellas batallas conceptuales y, lindos apasionados como son, argumentaran desde supuestas verdades que, en realidad, se apoyaban en diccionarios ajenos y solo intentaban arriar para sí el voto de los que habíamos elegido otras opciones desde los tiempos previos a las PASO.
Conocido ahora el nombre de nuestro siguiente verdugo, más que nunca aflora el mandato de Gonzalo, y los trabajadores y los sectores más vulnerables del campo popular solo debemos entender que, tanto como siempre, o más, deberemos construir poder -y diccionario- propio para exigir el cumplimiento de derechos y la solución de nuestras problemáticas.
Vienen tiempos bravos, y más que nunca debemos pensar desde el NOSOTROS.
Ya ELLOS se encargarán de hacernos saber, cuando y de que modo es hora de que la clase responda.