Eufórico tras el arrasador triunfo de Trump, el gobierno estimula su apetito político y pisa fuerte. Ansía comerse al Estado, y a la democracia también. Opinan: Gonzalo Fiore Viani, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba; y Celeste Tossolini, politóloga.
Por Nicolás Poggi
Ilustración: Juan Soto
“Triunfan las ideas de la libertad y nos vamos a quedar hasta 2048”. La frase, pronunciada en voz alta por un funcionario de primer nivel con el explícito fin de que llegue a oídos de los corresponsales periodísticos de la Casa Rosada, resume el estado de ánimo prepotente del gobierno tras el triunfo de Donald Trump.
Lo que hasta hace poco tenía solamente forma de amenaza ante la posibilidad de que el gobierno de Javier Milei avance sobre las instituciones a puro veto y discrecionalidad, hoy asoma como un fenómeno concreto. El Presidente gobierna prácticamente sin el Congreso.
La evidencia más reciente de gestionar sin controles parlamentarios es la decisión de gobernar el año que viene con un presupuesto prorrogado, ante la (nueva) falta de acuerdos en el Congreso con los bloques de la oposición; a lo que se suma la decisión, inédita en la democracia recuperada, de no convocar a sesiones extraordinarias para el próximo período.
La evidencia más reciente de gestionar sin controles parlamentarios es la decisión de gobernar el año que viene con un presupuesto prorrogado, ante la (nueva) falta de acuerdos en el Congreso con los bloques de la oposición; a lo que se suma la decisión, inédita en la democracia recuperada, de no convocar a sesiones extraordinarias para el próximo período
Ese avasallamiento sobre las instituciones incluye osadías tales como impulsar una auditoría del personal de carrera de la Cancillería argentina para encontrar “enemigos de la agenda de la libertad”, en una suerte de macartismo latinoamericano 3.0 y como esquirla del despido de la ministra Diana Mondino por haber mantenido en la ONU el voto histórico de Argentina en rechazo del bloque económico de Estados Unidos a Cuba.
Es una avanzada transversal sobre distintos brazos del Estado a la que se suman también las denuncias por “persecución ideológica” en el Conicet, donde el Gobierno busca aplicar filtros para admitir a becarios, investigadores y científicos, lo que tiene virtualmente frenados los ingresos en ese organismo.
Ideología llena y heladeras vacías
La apuesta por el autoritarismo tiene contornos marcados y no parece deparar cambios en el corto plazo. “En tanto y en cuanto el plan económico siga cumpliendo los objetivos que se propusieron, y que lo están haciendo, al lograr implementarlo sin mayores resistencias, los libertarios van a intentar concretar su agenda ideológica”, advirtió Gonzalo Fiore Viani, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba, en diálogo con Malas Palabras.
Para Fiore Viani, que también es profesor en las Universidades de Anahuác (México) y Blas Pascal (Argentina), la gestión libertaria tiene margen para avanzar con el menú económico y el decálogo ideológico, que incluye el descarte de las instituciones, porque “en el arco político y sindical, más allá de los paros, no ha habido resistencia real y concreta”.
Lo mismo advirtió a este medio la politóloga cordobesa Celeste Tossolini: “El modelo libertario se está preparando para avanzar con fuerza. El discurso es familiar a épocas anteriores de nuestra historia, cuando se decía que ‘Hemos generado las condiciones para que ahora sí se dé el crecimiento’. Pero la realidad se impone: las familias abren la heladera y la encuentran vacía, revisan sus cuentas y ya a mitad de mes no hay plata”, graficó.
«El modelo libertario se está preparando para avanzar con fuerza. El discurso es familiar a épocas anteriores de nuestra historia, cuando se decía que ‘Hemos generado las condiciones para que ahora sí se dé el crecimiento”
Celeste Tossolini, politóloga
En diálogo con Malas Palabras desde ciudad de México, donde obtuvo una maestría en Ciencia Política por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Tossolini planteó que “es cierto que la actividad económica de Argentina ha mostrado una ligera mejora en los últimos dos meses, y aunque el empleo y los salarios se recuperan, todavía se mantienen por debajo de los niveles de noviembre de 2023. Pero se necesita una entrada de recursos que impulse la economía. ¿De dónde vendrán estos recursos?”.
El espejo continental
La contundente victoria republicana de Donald Trump en Estados Unidos, con las correspondientes dudas que acechan respecto del choque frontal que ese gobierno produciría sobre las normas y las garantías constitucionales, opera en este lado del mundo como el espaldarazo simbólico que Milei necesita para terminar de subvertir el orden establecido y la división de poderes. ¿Puede pensarse en una suerte de “polo continental” de la nueva derecha que ignore los límites del propio sistema democrático?
Es la nueva fe que profesan magnates como Peter Thiel, cofundador de PayPal, influyente miembro de Silicon Valley y uno de los gurúes más célebres de la nueva derecha. “No creo que democracia y libertad sean compatibles”, dice este multimillonario que fue uno de los principales financistas de la última campaña de Trump.
En un reciente encuentro en Miami, Thiel apoyó a Milei: “Siento que Argentina es una versión extrema de lo que está pasando lentamente en muchos de los países desarrollados. Sería muy bueno que a Argentina le vaya bien y que acá no tengamos que pasar por los 100 años de declive argentino antes de tener a nuestro propio Milei”, declaró el empresario ante la consulta de El Observador.
En un reciente encuentro en Miami, Peter Thiel apoyó a Milei: “Siento que Argentina es una versión extrema de lo que está pasando lentamente en muchos de los países desarrollados. Sería muy bueno que a Argentina le vaya bien y que acá no tengamos que pasar por los 100 años de declive argentino antes de tener a nuestro propio Milei”
Esta prédica teórica de magnates y CEOs como Thiel y el propio Elon Musk por la “libertad absoluta” del individuo contra la opresión del Estado intruso y regulador es la misma que suelta el Presidente argentino en sus diatribas cotidianas: no por nada Milei se propone ser en este extremo del mundo “el topo que destruya el Estado desde adentro”. Y ahí se juega el rol de instituciones como el Parlamento y el Poder Judicial.
La renovada victoria de este credo en Estados Unidos, con la carga de incertidumbre que eso genera para la democracia en el siglo XXI, asoma como el arcoiris del sueño libertario vernáculo. “Milei apostó a ganar y ganó. Podría haber una probable alianza con Trump, aunque hay que ver qué importancia le da el republicano a Argentina. Por el momento no estamos en su núcleo de prioridades”, dice Fiore Viani.
Tossolini aportó una mirada similar: “Dependerá en gran medida de la capacidad de Milei para capitalizar esta coyuntura. Es poco probable que Estados Unidos priorice una alianza con América Latina, más allá de sus propios intereses estratégicos, pero Milei podría aprovechar ciertos aspectos del discurso de estos liderazgos para fortalecer su legitimidad. El escenario político ha cambiado significativamente en la última década, acelerado por la pandemia, y la victoria de las figuras de ultraderecha confirma esta transformación”.
Eso explica que, como exponente local de ese fenómeno, Milei busque llevarse puesto el sistema a base de discrecionalidad, decretazos, vetos y memes, mientras levanta la bandera de la libertad individual contra el Estado y el sistema de contrapesos.
“Las instituciones han perdido la confianza y el respeto que antes inspiraban, mientras que la sociedad exige cambios inmediatos. En un contexto de consumo masivo y espectáculo constante, los liderazgos populistas de ultraderecha encuentran un vacío que pueden aprovechar, incluso, tal como vemos, con posibilidad de reelección”, analizó Tossolini. Un espejo en el que Milei quiere mirarse para seguir pisando fuerte.