Por Carlos Aznárez Resumen Latinoamericano.-
Mientras las imágenes del asesinato policial del afroamericano George Floyd daban la vuelta al mundo y en Estados Unidos ardía la justa ira de una población cansada del mal trato, aquí en el sur de Latinoamérica, en la provincia argentina del Chaco se consumaba otro intento de asesinato racista contra pobladores indígenas Qom.
Policías que sobreactúan la violencia que les enseñan a diario quienes los adoctrinan en clave de odio a todo aquel que sea “diferente» desde su punto de vista discriminatorio, ingresaron como bestias en la humildísima vivienda de una familia, golpearon a mansalva a mujeres, hombres y adolescentes, destruyeron todo lo que encontraron a su paso, y se llevaron a dos chicas Qom a la comisaría del pueblo, Allí las rociaron con alcohol, las amenazaron con prenderles fuego, saltaron brutalmente sobre sus cuerpos, las manosearon y como epílogo lógico gritaron lo mismo que en la vivienda: “Indios infectados, hay que matarlos a todos”. Palabra más palabra menos, igual que las que repiten a diario los bulldogs de la policía estadounidense cuando hacen lo mismo con afrodescendientes o latinos en el país más terrorista del mundo.
Esto que ha ocurrido ahora no es un exabrupto de la policía chaqueña, convenientemente protegida por las autoridades de esa provincia, que frente a la barbarie realizada por sus uniformados, “solo” optaron por apartarlos del cargo y ahora descansan impunes en sus casas. No, esto viene repitiéndose en el Chaco con los Qom desde hace mucho tiempo, y el gobernador Jorge Capitanich, por más que se haga el distraído, es responsable directo de estos atropellos. El mismo gobernador que en un período anterior quiso instalar una base norteamericana en la provincia, frustrada por el gran repudio popular, se caracteriza por hacer oídos sordos a las interminables denuncias que los Qom han realizado en los últimos años. Ahora mismo, Aurelio Alegre, otro indígena Qom de Espinillo, en El Impenetrable, señaló que en el pueblo fueron acusados agentes de la policía provincial por golpear a un grupo de pobladores originarios. Frente a las denuncias, la policía del Chaco se limitó a trasladar a los agentes, sin ni siquiera separarlos.
Como se ve, la misma práctica de asegurar la impunidad que por estos días vemos en USA. Idéntico manual de estilo de actuación: sucede un grave hecho como el que ahora, que gracias a los medios alternativos ganó la luz en la provincia y el país, y las autoridades se pasan la pelota entre ellos. Capitanich manda a la ministra de Seguridad de la provincia, Gloria Salazar (responsable de la fuerza policial que practica esta barbarie) y ella musita que solucionarán el tema “apartando” a los policías involucrados. Al igual que ocurrió en EE.UU con el crimen de Floyd nadie va preso, nadie es castigado por la actitud criminal demostrada, y seguramente dentro de unos meses estos policías, los de allá y los de aquí volverán a golpear con saña a lo que ellos consideran un “apestoso”, “un negro de mierda”, “una india impresentable”.
Lo del Chaco no puede pasar más desapercibido como ha venido ocurriendo desde siempre. No alcanzan las palabras de los funcionarios nacionales “horrorizados”, ni las promesas sobre soluciones que nunca llegan, se trata de un mal estructural que acompaña a este país desde su nacimiento como nación. Siempre, desde Sarmiento y Julio Argentino Roca, se despreció y persiguió implacablemente a los pueblos originarios, y cada vez que ocurre un hecho como el de ahora, el poder real se desentiende, se encubren entre los funcionarios responsables, tratan de convencer a la opinión pública que “esta vez sí se hará justicia” y todo el mundo sabe que mienten. Que en los hospitales de la provincia a los indígenas se los ningunea, no se los atiende como a cualquier otro ciudadano, se los expulsa una y otra vez. Se los deja morir, como ya ha venido ocurriendo en numerosas oportunidades. En los comercios de las ciudades se los mira de reojo acusándolos por las dudas de “ladrones”, igual que a los afroamericanos en Minneapolis o Chicago.
Sin duda que esto seguirá ocurriendo, hasta que un día estalle la bronca acumulada, el hartazgo de aguantar tantos palos en el lomo y patadas en la puerta. En Chaco o en Río Negro, donde otros policías quemaron viviendas mapuche. Y seguramente en ese momento, alguien se preguntará como en EE.UU. ¿qué pasó para que no nos diéramos cuenta de lo que se estaba engendrando?
Serán los mismos que no escucharon cuando Norita Cortiñas, a nombre de las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, apuntara a los responsables del Estado, exigiendo que no se laven las manos frente a tanta impunidad, o las denuncias de la CORREPI, que todos los días de este confinamiento involuntario, denuncia los abusos policiales en el país.
No dejemos que siga pasando, levantemos miles de voces contra estos atropellos y defendamos a nuestros pueblos originarios frente a la injusticia a las que los somete un Estado alimentado históricamente de racismo.