Las cosas que digo son ciertas. Poesía completa 1949-2000, de Blanca Varela
Ed. Caleta Olivia y Gog & Magog, 2023
por Laureana Cardelino (@todas_lasfiestas)
La poesía completa de la poeta peruana Blanca Varela por fin se puede leer en Argentina, gracias a la coedición que Caleta Olivia y Gog & Magog realizaron en mayo de 2023. Sin dudas, una de las joyas publicadas este año, los distintos libros de la autora (desde Ese puerto existe, de 1949/1959 hasta Falso teclado, de 2000) reunidos en este volúmen proponen un mundo de contrastes donde cada palabra parece estar en el lugar justo, como su paisaje marino y sus poemas llenos de y sobre la música, muerte, vida, soledad, dios, amor, mutación.
El universo poético de Blanca Varela tiene certezas y también incomprensión. La vida y la muerte son una práctica constante en cada cosa. La observación de las formas del mundo le da sentido a los sentimientos más reales. El poema es un mar habitado por preguntas, ausencias y olores, con seres vivos que añoran y temen, animales que cumplen sus tareas en el mundo, sufren y aman y pueblan el espacio y el tiempo con sonido y silencios.
La música está en todo, en el poema y en el tono, en el sentido y en la forma, en la práctica misma de la escritura. Es una presencia renovadora que ofrece la posibilidad de mutar, tanto para quien habla como para quien escucha o como para el paisaje y las imágenes que lo representan. La música no debe hacerse para tapar el silencio, sino para traer melodías que están en el paisaje, saliendo de las olas plegándose como un animal solitario que busca alimento y encuentra un ángel. En Valses y otras falsas confesiones leemos “Nadie sabe mis cosas” un largo poema rítmico que varía de la 2º persona al tono afirmativo en la pregunta: “durará este asombro?” donde un amor secreto hace presente lo carnal. La importancia de la carne, las manos, el contacto “cuerpo orilla de todo cuerpo”. Nuevos claroscuros, blanco y negro, “acepto el duelo/ y la fiesta”. Y el mar, siempre presente con sus sonidos, movimiento y formas.
Canto y desencanto. Puede ser una música vaga que sostiene el tiempo, o puede ser un pentagrama de siete notas exactas, un lenguaje nuevo que se busca en las cosas, en las voces, en las páginas, en el grito apagado que vive en el centro del corazón. Toda su poesía está atravesada por las contradicciones de la búsqueda y la certeza. Lo que se dice varía de libro a libro, en sus formas y sentidos, pero la música es la cifra de una manera de vivir la escritura.
En esa simbiosis de palabra y silencio, los sonidos pueblan el mundo como páginas o como ondulaciones que se contaminan y arrastran a los seres. Los dioses son creados “a imagen y semejanza mía” y también crecen cada noche, como un deseo que se aprende a olvidar. Lentamente, porque “la lentitud es belleza”, los poemas recorren tonos distintos en una poética que nombra la muerte y no teme ir hacia ella. Los últimos libros hablan de la juventud y de la memoria en un tono reflexivo para nada pedante. “Conocerse para poder olvidarse”, el verso que se levanta como un mantra y enlaza a otros versos, como “el deseo es un lugar que se abandona” o “el amor es la tierra más frágil”. Las cosas que dicen los versos de Blanca Varela a lo largo del tiempo de producción de una obra vasta son fruto de movimientos culminantes del lenguaje, es la verdad del poema, no su realidad externa.