Foto: Télam
Nuestra civilización con sus valores, donde al parecer triunfar es volverse rico, ha puesto un émbolo formidable al desarrollo de la ciencia y de la tecnología: ha multiplicado la productividad y nos ha dado algunas maravillas. Vivimos 30 o 40 años más que hace un siglo, y eso es formidable. Pero una misión que hay atrás nos ha condenado a que nuestros procesos depreden permanentemente este barquito, nuestro planeta tierra, por el cual navegamos. Y corremos el riesgo ahora por exceso de despilfarro de transformarlo en un gigantesco sartén para freir muchas formas de vida, entre las cuales está la nuestra.
De seguir como estamos caminamos a un holocausto ecológico, pero el problema ecológico tiene una base: el tipo de civilización depredadora que hemos desarrollado, donde los valores económicos están por encima de todo. De construir porquería con obsolescencia programada para seguir teniendo que consumir y gastar, y gastar, y gastar…Y gastar tiempo de vida para hacerlo, y gastar materias primas, saqueando la naturaleza. Y multiplicando la energía desperdiciada que termina calentando el planeta.
No es que no existan medios para vivir. Tenemos que cambiar los parámetros de nuestra civilización.Vivo en un pequeño país de 3 millones y medio de habitantes que importa 26 millones de pares de zapatos, ¡ni que fuéramos ciempiés! Eso da una idea de un pequeño país no desarrollado, el grado de despilfarro que nos impone la vía crucis económica en la cual vivimos.
Queridos jóvenes, hay que revisar nuestra cultura, la obsolescencia programada. Cada producto que se hace debe estar concebido cómo se recicla. Y debe incluir parte del reciclaje. Para que el reciclaje no sea una actividad de gente pobre y olvidada que desesperadamente lucha para vivir, Sino que sea una función pensada y planificada desde el primer momento que se gesta un producto.
Vale que las cosas cuesten el doble o el triple, pero duren mucho más y tengan una afinidad útil. Cuánta basura, cuánta riqueza, cuánto esfuerzo humano, cuántas cosas tiramos desperdiciando energía y esfuerzo humano.
Parece que lo fundamental no es la felicidad humana o la vida humana, sino la acumulación. Hay que discutirlo. Y la esperanza que queda está en ustedes, que tengan la capacidad de llamar a la realidad a los gobiernos. Porque en el fondo la crisis ecológica existe por debilidad política, y solo las decisiones políticas pueden cambiar la realidad; pero tienen que tener el coraje de enfrentar intereses económicos y en el fondo también amparar un cambio cultural en el cual estamos inmersos.
Hasta siempre, ¡suerte! por ustedes, pero sobre todo por los que deben de venir luego de nosotros