Los estudiantes toman el control de las facultades y, en paralelo, colocan los pupitres a cielo abierto. Tres jóvenes cuentan sus anhelos y reclamos mientras la amenaza del apagón universitario pende sobre sus vidas
Por Redacción Malas Palabras
Foto de tapa: Ariel Valeri
Ilustración: Adictos Gráficos
Sentados sobre el pasto algo henchido de Plaza de Mayo, y de cara al sol fuerte de primavera, un grupo de estudiantes de Ingeniería de la UBA tomaba nota el último martes (22 de octubre) de lo escrito sobre una pizarra blanca apoyada contra el contorno rugoso de una palmera. En ese momento, cerca de la pirámide central, una profesora delgada y de frondosos rulos explicaba con un timbre elevado de voz un pasaje emblemático del pensamiento de Martin Heidegger. Un día después, estudiantes de la Universidad Nacional de las Artes realizaron un flashmob en la Estación de Once, donde bailaron al son de una coreografía conjuta el nuevo hit de la cantante Lali Espósito, Fanático, que al estar elípticamente dedicado al presidente de la Nación funciona como canción de protesta.
El movimiento estudiantil, un actor social de escasa intervención pública en las últimas décadas, ha decidido interferir sobre la normalidad del espacio callejero para visibilizar su reclamo contra el ahogamiento del sector educativo universitario, el más cruento desde 1983. Los números del recorte son alarmantes. Según proyecciones del Instituto de Estudios y Formación de la CTA-A “el presupuesto 2025 proyecta una pérdida acumulada del 28.6% real respecto del devengado de 2023”. Sin plata para recibir sueldos dignos, las y los docentes han comenzado a migrar en busca de mejores salarios. Por caso, en el último año ha renunciado el 10% de la planta docente de Veterinaria de la UBA, advirtió el último miércoles una dirigente estudiantil del centro de estudiantes de Filosofía y Letras de la UBA ante una consulta de un movilero del sitio El Destape.
“Si el año cerrará así, estaríamos consolidando 50 puntos de pérdida frente a la inflación”, dijo esta semana el secretario de Organización de CONADU, Federico Montero. Además, aún no llegaron a las unidades académicas los instructivos de liquidación de salarios, por lo que los gremios descuentan que no recibirán el aumento del 6.8 por ciento que anunció el ministerio de Capital Humano tras la marcha del 2 de octubre.
El movimiento estudiantil, un actor social de escasa intervención pública en las últimas décadas, ha decidido interferir sobre la normalidad del espacio callejero para visibilizar su reclamo contra el ahogamiento del sector educativo universitario, el más cruento desde 1983.
En las tomas
Evelin Nayi Pereira (29 años), estudiante de cuarto año de Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Pampa, justificó a Malas Palabras por qué decidió participar de su primera toma universitaria: “si tuviera que pagar mis estudios superiores, no podría hacerlo, quedaría excluida. También me impulsó el contexto del país. Estamos en un momento en el que, constantemente, se cuestiona la importancia de los derechos adquiridos, y esto no me pasa desapercibido en absoluto, sino que refuerza mis ganas y mi compromiso de querer estar activa”.
También detalló cómo construye, junto a sus compañeros, la ocupación de la unidad académica donde estudia: “Creamos comisiones que permiten un día a día más llevadero: tenemos comisión de limpieza, de prensa y difusión, de seguridad y cocina. Todas con sus respectivos horarios para poder acompañarnos. Se arranca muy temprano con el desayuno, y posteriormente se realiza una asamblea para debatir todo lo que se realizará. Se duerme poco y se hace mucho. Hubo un par de incidentes con personas que quisieron violentar la toma; pero siempre dijimos que la toma era pacífica. La seguridad entre los compañeros fue muy importante”.
“Si tuviera que pagar mis estudios superiores, no podría hacerlo, quedaría excluida. También me impulsó el contexto del país. Estamos en un momento en el que, constantemente, se cuestiona la importancia de los derechos adquiridos, y esto no me pasa desapercibido en absoluto”.
Evelin Nayi Pereira, estudiante de Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Pampa.
Magali Peralta (23 años), estudiante de la Licenciatura en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, contó a Malas Palabras que en su lugar de estudios no hubo ocupación del edificio pero sí corte de calles: “realizamos clases públicas y cortamos la Avenida Córdoba (arteria céntrica de capital federal) para visibilizar nuestro reclamo y también para reunirnos con distintos sectores de la zona. Esa es nuestra cotidianeidad: reunirnos entre nosotros para seguir la pelea. Proyectamos una reunión de interfacultades en Plaza de Mayo porque creemos en la unidad entre el movimiento estudiantil con otros sectores, como el de la salud pública, los estatales y los jubilados, que vienen siendo duramente atacados por este gobierno”.
En las calles
Franco López (23 años), estudiante de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Sur (UNS) de Bahía Blanca, rechaza de forma contundente el imaginario que proyecta el gobierno en torno al perfil social del estudiantado. Esto dijo a Malas Palabras: “pensar que dentro de las aulas de las universidades públicas solo hay estudiantes de clase media o ricos es algo irreal, primero porque estaríamos negando la existencia de casi el 70% del estudiantado nacional y porque estaría negando hasta mi propia existencia, porque soy primera generación universitaria. Lo que hace el Presidente con sus declaraciones es desvalorizar el prestigio que tienen las casas de altos estudios. El gobierno busca el desfinanciamiento de la educación, para alentar su privatización, lo cual generaría una deserción y una fragmentación social absoluta”.
“Pensar que dentro de las aulas de las universidades públicas solo hay estudiantes de clase media o ricos es algo irreal, primero porque estaríamos negando la existencia de casi el 70% del estudiantado nacional y porque estaría negando hasta mi propia existencia, porque soy primera generación universitaria”.
Franco López estudiante de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Sur.
Evelin también refuta lo aseverado por el presidente Javier Milei cuando afirmó que “la universidad solo le sirve a los hijos de los ricos, o de la clase media alta”. Así lo argumentó ante la consulta de Malas Palabras: “El presidente no tiene en cuenta las diversas realidades que atraviesan las instituciones educativas. La mayoría de mis compañeros tienen que trabajar para poder pagarse los apuntes y todo lo que conlleva estudiar. En mi familia no hay egresados universitarios, si bien mis padres hicieron carreras terciarias, voy a pertenecer a la primera generación de egresados universitarios”.
En los sueños
Evelin comparte las incertezas que le genera el ahogo presupuestario: “Tenemos docentes que cobran sueldos por debajo de la línea de pobreza, si ellos no nos dan clases ni nos forman, ¿quién nos va a dar clases? Si no contamos con un buen presupuesto, ¿cómo va a seguir el funcionamiento de los edificios? ¿Cómo se van a pagar las becas, comedores y residencias?”.
Magali tiene confianza en el futuro, porque considera que el movimiento estudiantil es capaz de construir fuerza política para entorpecer los planes del gobierno: “el gobierno no va a lograr derrotarnos ni cerrar las universidades. Este es un mensaje que tienen que tener presente Milei, Bullrich y Caputo: no vamos a dejar que se cierren las cursadas, que nuestros docentes estén más precarizados. Al revés, vamos a exigir la triplicación del presupuesto, una recomposición salarial urgente del salario docente, la indexación a la inflación, pero también un boleto estudiantil para que nadie tenga que dejar de venir por no tener la SUBE”.
“No vamos a dejar que se cierren las cursadas, que nuestros docentes estén más precarizados. Al revés, vamos a exigir la triplicación del presupuesto, una recomposición salarial urgente del salario docente, la indexación a la inflación, pero también un boleto estudiantil para que nadie tenga que dejar de venir por no tener la SUBE”.
Magali Peralta, estudiante de la Licenciatura en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
Por su parte, Franco reivindica con orgullo el linaje no universitario de su familia y, el hecho de que, una vez rendida su última materia, será el primer integrante de los suyos en contar con estudios de grado: “Yo soy de Lamarque, Río Negro, y llegué a la UNS para estudiar Ciencias de la Educación. Vengo de una familia trabajadora y soy primera generación de universitarios, no hay egresados en mi casa. Eso, en parte, me motivó a protagonizar esta movida. En este sentido, no creo que haya habido un despertar del movimiento estudiantil, porque siempre estuvo activo. Pero, me parece que es mayor su centralidad y la adhesión que está teniendo a nivel social”.
“Viene a buscarme, se come mis sobras//Lo tengo encima, parece mi sombra// Na-na, na-na-na-na-na”, se escucha en “Fanático”, una parodia sobre la obsesión. ¿Podrá el fanatismo por el ajuste ensombrecer la universidad? ¿O primará el baile, el estudio, la alegría? Na-na, na-na-na-na-na.