La nueva etapa no solo se expresa con la llegada por el voto popular de un representante directo de los grupos económicos, pero también con el desembarco de decenas de representantes de las más importantes empresas transnacionales y el respaldo conciente de los viejos armados del bipartidismo nacional. En medio de una crisis del pensamiento de izquierda y del fracaso de las experiencias electorales alternativas, se hace necesaria más que nunca la construcción de unidad de las organizaciones del campo popular
Por Claudio Lozano (Diputado Nacional (MC) de Unidad Popular)
Atravesamos un momento singular de la vida política argentina. Por primera vez el poder económico en la Argentina puso en el gobierno, ya ni digo a un representante, sino a un integrante directo, y lo hizo con legitimidad electoral y legalidad institucional. Y esto no termina solamente en el hecho de que Mauricio Macri es el presidente, sino que viene acompañado de un desembarco generalizado de gerentes, CEOS como hoy se les dice, que son funcionarios o accionistas de las principales firmas y bancos del país. En un análisis que fácilmente se puede hacer, siete de cada diez funcionarios del gabinete nacional son a la vez miembros de esas empresas más poderosas, dominantemente ligados a bancos transnacionales o empresas extranjeras, mayormente del sectores de servicios, finanzas, comercio o agronegocios; hay muy poco presencia de áreas industriales, lo cual también establece una mirada en cuanto al rumbo elegido. Incluso, repasando los nombres uno detecta en esa lista a 11 representantes de empresas vinculadas a los sectores petroleros y energéticos, y entonces cualquier asociación con el tarifazo estará bien hecha.
También uno se encuentra con miembros del gabinete que han sido parte de la denuncia contra el país en los estrados de Griesa y que en su momento demandaban un rápido acuerdo con los fondos buitres, como Melconian y otros. O el ministro de Finanzas, tan ligado a esas firmas mundiales del mercado de capitales.
Lo que hay que tener entonces en cuenta es que esta gente pone la cara y asume en el aparato del Estado cuando decide ir a fondo.
Digo esto, porque esta situación merece entonces un análisis más profundo, porque así visto no se trata de una situación pasajera que pronto se termina. La presencia de esa gente en la actual coyuntura es porque ellos tienen la impresión de que están en condiciones de disputar la legitimidad del voto de nuestro pueblo. De disputarnos el sentido futuro de nuestro país
Según entiendo, esto forma parte de un cambio de etapa en el plano nacional, en el que se cierra el ciclo, que se abrió con la irrupción popular del 2001, cuando por un lado el cuestionamiento popular al sistema político tuvo un voltaje importante y en el que, en paralelo, se produjo un desacuerdo importante al interior de las clases dominantes respecto al rumbo del capitalismo argentino; basta recordar en este último aspecto la existencia de dos proyectos capitalistas distintos: por un lado los devaluadores y por el otro los dolarizadores, que expresaban una fractura que no debemos pensar como menor para entender que la disputa entre ellos era para decidir hacía donde debía doblar el capitalismo en nuestro país.
En ese marco fue entonces que obró con fuerza el reclamo popular que no encontraba respuestas que hizo saltar por el aíre a la estructura política que estaba en vigencia.
Hoy me parece que ese desacuerdo que existía entre las clases dominantes de hace 15 años en alguna medida se ha suturado. Se observa un acuerdo de una parte muy importante de los principales capitales que manejan la economía respecto a su base productiva, a la consolidación de un modelo extractivista que viene imperando, asociado al complejo sojero, al minero, al hidrocarburífero; al mantenimiento de una estructura industrial que en la practica es una suerte de ‘armaduría’ que apenas arma componentes importados que trae de la mano un bajo nivel de incorporación de progreso técnico y de trabajo. Se trata de una lógica común a buena parte de los capitales, que trae como contrapartida la precarización del mundo laboral y la pauperización de gran parte de la población argentina.
Acuerdo en la clase dominante
Este acuerdo se observó también en el resultado electoral que tuvimos en el 2015, en el que el viejo bipartidismo se redefinió y aparecieron tres fuerzas en el escenario. El viejo Partido Justicialista llevó dos expresiones, con la aparición del Frente Renovador de Massa, y la vieja Unión Cívica Radical decidió renunciar a ser una opción nacional y puso en bandeja su estructura territorial para el sostenimiento del proyecto del PRO
Todo esto expresa que hay un acuerdo en esas clases dominantes que establece una recomposición de la gobernabilidad conservadora que excede el marco de Macri.
Muchos de los que fuimos protagonistas del 2001 creímos que era posible desbordar el sistema político tradicional para que me emerja una alternativa transformadora por izquierda, pero hoy comprobamos que el ciclo cerró por derecha.
Ubicar a Macri en un marco más general, permite entender la casi evaporación de la experiencia pseudo progresista y hasta, en medio del debate de lo que significó todo este tiempo, también la fractura al interior de las organizaciones populares.
Lo que hoy veo es que tenemos organizaciones populares que han crecido, como en el campo sindical mi propia organización que es ATE, que en el 2001 tenía unos 130 mil afiliados y que hoy reúne a más de 260 mil estatales, pero mucho más discutida hacia adentro que en aquel entonces. Esto se observa en general en todo tipo de organización popular sindical, social, cultural y de los derechos humanos.
Derrota regional
Si los movimientos sociales de las décadas del ‘80 y ‘90 que generaron niveles de movilización con cuestionamientos claros al sistema, abrieron la puerta a la irrupción de gobiernos en el continente que tomaron, aunque con matices, un rumbo diferente a las experiencias neoliberales, hoy vemos que también ese ciclo presenta serías dificultades.
Esas expresiones tuvieron por lo menos tres características sobresalientes. Por un lado extendieron políticas sociales amplias para contener el cuadro de deterioro social que dejaron los ’90, tuvieron planteos discursivos contra esas políticas neoliberales que, según los casos, tuvieron poco correlato con la realidad que fueron construyendo, y en tercer lugar tenían puntos de conflicto con la estrategia norteamericana para la región.
Por desgracia, nuestra salida por derecha aparece como contundente. La presencia de Obama el 24 de marzo no constituye una cuestión casual, sino que significa un intento de consolidación en la ofensiva conservadora en la región. Macri no ha escamoteado ningún gesto a favor de esa postura, desde protagonizar el pedido de la cláusula democrática en Venezuela, hasta presentarse ahora como observador en el Acuerdo del Pacífico, pretende ocupar un lugar de privilegio para la política norteamericana de recomponer su liderazgo en el continente.
Nuestras crisis
El nuevo tiempo refleja una suerte de límite o derrota de las distintas estrategias populares. No se puede pensar un escenario de esta naturaleza, sin razonar que antes existieron esas derrotas.
Creo que hay varias crisis que dan vuelta sobre nosotros, que no supimos resolver y que es necesario que sean blanqueadas a través de un debate honesto y profundo.
–La primera que veo es en el propio pensamiento de izquierda. Crisis que tiene que ver con que tenemos una mirada bastante ligada a comprender que el capitalismo no le da respuestas a la humanidad, sin ver que tampoco el socialismo lo ha hecho. Eso nos hace caminar en un espacio de incertidumbres respecto de armar modelos sociales alternativos a los que hoy tienen vigencia.
–El segundo tema es aquello que ha pasado con los gobiernos progresistas en la región. Estos gobiernos que, como detallamos, se presentaron como experiencias emancipatorias, pero que al final no lo fueron.
–También nos atraviesan nuestras propias derrotas en cada formato alternativo del que hemos participado, por fuera del eje Justicialismo-Kirchnerismo. Unidad Popular fue parte del desarrollo de las dos experiencias que se formaron, por un lado Proyecto Sur, y por el otro el Frente Amplio Progresista (FAP). Ambas tuvieron cierto eco en la sociedad, para luego cambiar el rumbo y perder lo conseguido.
–La cuarta crisis que atraviesa al pensamiento de izquierda es esa referida a la fragmentación de nuestras organizaciones populares, con discusiones o fracturas que provocan distancias con compañeros con los que hemos venido militando y construyendo en las últimas décadas
Dólares sin transformación
Uno puede pensar en los motivos de este final de ciclo regional y aplicarlo a la Argentina. Uno tiene que ver con el cambio de la situación internacional y el hecho objetivo de que nuestros países, que habían vivido un momento formidable en términos de disponibilidad de dólares por el precio elevado de nuestros productos de exportación, dejaron de recibir esa diferencia favorable. Ese problema se agrava en un contexto donde los diferentes procesos mostraron además dos características notables.
La primera fue que en ningún caso se produjo una transformación concreta del patrón productivo. En alguna medida si paso en Bolivia, pero ni Venezuela, ni Brasil y ni hablar de Argentina, quisieron hacer ese cambio profundo. Yo viví una experiencia muy particular durante Rio+20, donde la dificultad para definir un cuestionamiento al método de la minería a cielo abierto no fue la presión de Estados Unidos, sino la de los países de la región no querían criticarlo porque con el precio elevado de los minerales era más visto como una oportunidad, que como un peligro para la humanidad. Podía ser una oportunidad en tanto y en cuanto se tomara esa metodología como apenas temporal, mientras se transformaba el patrón productivo, pero en realidad termino congelando esa transformación para seguir con el modelo de exportación primaria.
La otra característica fueron los límites que tuvo el proceso de integración regional, en el que sí se produjo un asociativismo político con declaraciones y gestos relevantes en algunas situaciones críticas, pero en el que casi nadie quiso avanzar en una verdadera integración económica; es más las relaciones tendieron a retroceder en ese rubro, como fue claramente el caso de Argentina y Brasil, que prefirieron negociar para sí con China, antes que con sus socios continentales
Si bien el cambio en la coyuntura mundial explica algunos cambios, no es menos cierto que los países latinoamericanos no alentaron varios proyectos como la moneda única, el Banco del Sur o los demás planteos de Chávez, como el del ALBA.
En el caso argentino, uno puede aportar números: en el período 2003-2015 nuestro país acumuló un saldo favorable en su comercio exterior de ¡¡¡165 mil millones de dólares!!! Una base muy significativa para pensar en estrategias de transformación. Pero cuando uno mira lo ocurrido durante ese tiempo, se encuentra con que por deuda externa Argentina pagó 63 mil millones de dólares y la fuga de capitales en el mismo período fue de 102 mil 500 millones de dólares. Es decir nada se uso acá y aquel monto significativo tuvo un destino muy diferente a transformar algo.
El apoyo del PJ
Queda claro entonces que la experiencia kirchnerista se impuso límites muy claros y muy distintos a su relato. Límites que hoy aparecen con mayor claridad todavía, porque la gobernabilidad del macrismo en estos primeros seis meses de gestión no se hubiera logrado sin el apoyo de muchos actores que vienen de ser protagonistas en la gestión anterior. Macri no hubiera podido hacer nada de lo que hizo, como llegar a Davos como llego, ni hacer el acuerdo con los holdouts, sin el voto favorable de los sectores de Massa, Bossio, Pichetto o Urtubey
Entonces no hubo manera de replantear la relación con el poder para modificar la matriz productiva, porque lo que no se replanteó fue el soporte político –el PJ- que podía darle perspectiva cierta a un proceso de transformación.
Todo esto se produjo en medio de una ebullición judicial mayúscula, en la que todo está centrado en la corrupción del gobierno anterior y en la que el gobierno actual, que quiso colocarse en un sitio de ejemplaridad, rapidamente fue atravesado por la investigación de los Panamá Papers, las investigaciones por cuentas off-shore de buena parte de las máximas figuras del gobierno o las distintas participación en diferentes chanchullos que van saliendo a la luz.
En ese contexto hay que remarcar que la conflictividad social ha crecido. Esa conflictividad hace mella en el poder electoral real del macrismo, ya que hay que mirar con atención que Macri consiguió en realidad en las PASO el 26 por ciento de apoyo genuino, y, luego, para llegar al 52 por ciento final, se sumó otro 26 por ciento que no lo había elegido, pero luego sí lo apoyo solo por rechazo a lo anterior.
Todo esto habla de cierta fragilidad en la fuerza electoral propia del gobierno, pero también de cierta mochila para la discusión política que tenemos que dar por cuanto están en debate buena parte de las reivindicaciones nacionales y populares que eran parte también del relato kirchnerista, y que aparecen hoy enlodadas por las cuestiones de corrupción que hoy se investigan.
Igual creo que cada una de las grandes movilizaciones populares que se registraron en la primer parte del año, le pusieron alguna forma de límite al fenomenal ajuste planteado por el gobierno. Frente a esa conflictividad el gobierno respondió con algunas medidas parciales, y ahora parecieran querer ponerle un piso al ajuste.
Debate profundo y honesto
Estamos en suma en un contexto en el que queda claro que Macri tiene fragilidad electoral de base, pero también un consenso de gobernabilidad conservadora extendida por varios actores por fuera de Cambiemos que hoy apoyan y cuya sola ambición es ponerse el mismo traje para conducir el proceso que vendrá.
El desafío entonces pasa por profundizar la discusión política con nuestros compañeros, hacernos cargo como clase de la derrota de las distintas iniciativas y estrategias populares, transitar el camino de la revisión profunda de cada una de las crisis que nos atraviesan en el marco de la resistencia concreta.
Hoy como nunca queda claro que es imprescindible tratar de abrir una rendija en un tablero que muestra en todos lados el predominio de la gobernabilidad conservadora
Abrirlo significa ser capaces de plantear con toda claridad que es posible construir una propuesta política que no tenga que ver ni con revolear bolsones por encima del muro de un convento, ni con cuentas ocultas en el exterior del país
El 90 por ciento de los argentinos no tenemos que ver ni con una cosa, ni con otra, y sí en cambio tiene la necesidad de construir una alternativa que la represente como se merece.