El protagonismo excesivo de Milei en la discusión pública nubla una cuestión más primordial, el holgado consenso a favor del ajuste alcanzado entre la mayor parte de la dirigencia política.
Por Redacción Malas Palabras
Acuerden o mueran, es la orden tácita que pesa sobre los hombros de las y los dirigentes de todos los partidos no peronistas. El mandato de ajuste con unidad partidaria está escrito con tinta invisible en el cielo desde que Cristina Fernández culminó su segundo cuatrienio presidencial. Macri falló; el marido de Juliana Awada culpó al ala política por no poder ejecutar su programa de reformas sin anestesia social. ¿Sin Marcos Peña y su defensa del gradualismo, Macri hubiese sido Milei?
Recapitulando, la élite local explicitó su voluntad irreconciliable de desperonizar el país el día que Macri, acompañado del escritor Mario Vargas Llosa, lanzó una advertencia de fuego durante un mitin del think tank Fundación Libertad: “Si ganamos esta elección vamos a ir en la misma dirección, lo más rápido posible». El líder de PRO cumplió su palabra, aunque tercerizó la tarea.
Hipótesis, Javier Milei acaba de asumir, lo hizo un día nublado y frío de mayo. El ex novio de Fátima Flórez comenzó a teclear con destreza la botonera del poder unos meses después del 10 de diciembre. Durante el primer cuatrimestre el presidente se abocó a su hobbie predilecto, agitar las redes como un punk del thatcherismo tardío.
Esa fase adolescente en el manejo del poder quedó atrás, Milei ya encontró terminales políticas en todas las fuerzas partidarias no peronistas para plasmar con fuerza de ley los proyectos prometidos de cambios estructurales. Incluso, en el capítulo de la reforma laboral -tema central de este número- Milei no encuentra altas vallas políticas al otro lado de la grieta para introducir esa idea en el imaginario social. Cristina Kirchner en su última carta pública, y la propia conducción de la CGT, avalan la necesidad de suavizar las relaciones laborales.
El primer analista en detectar el manual de gestión naciente fue el jefe de la sección política del diario La Nación, Jorge Liotti, quién advirtió lo siguiente el 28 de abril: “en las últimas semanas el Gobierno pasó de los planteos maximalistas de los primeros meses a otra fase de transición hacia un pragmatismo explícito, cargado de diálogos, negociaciones y concesiones. Se trata del cambio más significativo que ha realizado Milei en sus cuatro meses de gestión”.
Otro avezado lector de la realidad, el escritor y eterno bloguero Jorge Asís también supo identificar la etapa fundante del mileísmo nacida tras la aprobación de la Ley Bases en Diputados. En su artículo Neo menemismo sin PJ, esgrimió que: “De pronto Javier Milei, El Psiquiátrico, emboca el primer gol libertario. En el quinto mes, con el arquero caído, casi con la mano y solo frente al arco regalado de la Pajarera. Significa confirmar que Milei ya cuenta, por «diputados», con los instrumentos para consagrar la Revolución Anarcocapitalista”.
Milei eligió la palabra pacto, hija de un término político con mucho más pedigrí -consenso-, para nomenclar el decálogo federal de acuerdos con el que pretende refundar el país.
En el pacto de Mayo suena de fondo una música electrónica saturada en tonos graves. Mark Fisher, que además de haber escrito acaso la obra que mejor resume las improntas culturales del pensamiento único neoliberal -“Realismo capitalista”- seguramente describiría con mejor criterio esos acordes porque era crítico musical. Fisher dijo en ese libro una frase que, de tanto repetirse en ámbitos académicos e intelectuales, terminó convirtiéndose en meme: “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Con esa cruz a cuestas evangeliza el naciente gobierno mileísta. Capitalismo, o muerte.