Por Paula Provenzano
Creo que fue así: un amigo me contó que existía un libro donde una piba veía cosas comiendo tierra y ese mismo día fui a buscarlo a la librería. La portada era hermosa y llamativa, una ilustración con colores sobre fondo negro de una joven de pelo largo que lloraba mucho, con botellas y flores alrededor. Así conocí a Dolores Reyes, lo primero que supe es que Cometierra es su primera novela y la dedicaba a víctimas y sobrevivientes de la crueldad machista; lo segundo fue que es conurbana, docente y madre de siete hijxs. Ya me había atrapado y eso que todavía no había iniciado la lectura. La empecé a seguir en redes, y más adelante iba a ver una publicación en la que, a partir de una discusión que se daba por personas que pudiendo pagarlos intentaban conseguir libros en pdf, Dolores contó que con la primera liquidación de Cometierra se compró un lavarropas.
La lectura me da un sacudón. Así como la joven protagonista Cometierra va deglutiendo la tierra para ver dónde están y qué les pasó a su mamá, la seño Ana, otras mujeres y niños, yo voy devorando el texto sintiendo la genialidad de una historia como ésta. La fascinación ya es total. La novela nos convida un escenario conurbano de jóvenes que ranchan, toman birra y hacen comunidad. Nos presenta una vidente única: ella se sirve de la tierra que oculta los cuerpos vulnerados para adivinar. Las ausencias hablan y es ella quien logra descifrar el mensaje.
Es conmovedor el retrato de la soledad, los cuerpos que desaparecen, el desamparo, la pobreza y la falta. Cometierra nos dice que todas las personas siempre están solas, que todas siempre están yéndose, pero también Dolores Reyes construye un universo de hermandad, simpatía, cuerpos que se desean y cumbia sonando que nos convoca a sentir esa trama bien cerca, actual, nuestra.
Esta obra nos conecta con la realidad más cruda, su lectura es en sí misma un ejercicio de memoria y reivindicación. De algún modo nos inquieta, saca a las muertes de la individualidad para ubicarlas en una perspectiva común; al relato que se va tejiendo con cada visión de Cometierra podemos pensarlo como parte de la construcción colectiva de una reparación, de una exigencia de justicia. Ante tanta violencia las lágrimas se lloran solas, pero ese llanto no será en vano.