Por Paula Provenzano, licenciada en Sociología.
Publicada originalmente en Guay, una publicación hecha en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.
¿Puede un libro ser una celebración y una guerra al mismo tiempo? Camila Sosa Villada en Las malas nos convida la historia de cómo es ir convirtiéndose en una misma rompiendo el silencio con un universo doble en el cual aparece La Tía Encarna y su pensión de travestis, su Hombre sin Cabeza y El Brillo de los Ojos, y donde se incorporan relatos con tono más biográfico del varón que metamorfoseó para gestar su nombre propio.
Esa duplicidad empapa toda la escritura de Sosa Villada: cuando hay dolor hay también orgullo. La escritora logra hablar del desprecio de los otros sin victimizarse, señalar la incomprensión del mundo sin cristalizarse en la figura pasiva de la víctima, y lo hace porque, al mismo tiempo, sabiéndose en los márgenes de esa normalidad de vidriera y en el centro del ejercicio de un poder a la vez represivo y configurador, logra dibujar el mundo anhelado y en esa operación, de alguna manera construirlo. Esa es la mágica explosión de Las Malas.
En esta historia se asume la certeza del cuerpo como responsabilidad, se pierde la virginidad en un patrullero, su sufre la violencia del cliente que abandona momentáneamente a su Dios y a su familia para buscar con desesperación ser penetrado por una mujer. En un momento al cuerpo se le pone un precio, pero de lo que parece hablarnos la autora es de su valor. Si Camila está hecha de pequeños delitos, es ella también quien le escapa a la repetición de la mentira programada. “Irse de todos los lugares. Eso es ser travesti”.¿Puede un cuerpo ser un mapa?
A las travestis no las nombra nadie, a las putas tampoco, tienen la misma fuerza que los árboles que crecieron solos. En el relato emerge con tanta crueldad la hipocresía de la sociedad en la que vivimos, que es difícil no sentir el ahogo. Irrumpe sin pretensiones morales sino por la misma fuerza de la narración, de ahí surge el ardor que produce su lectura.
En Las malas las travestis pueden existir sin tener que pedir perdón, sin tener que explicar su existencia; pueden ser visibles. Se siente la tribu, la fe en ese grupo, la hermandad dialéctica que deriva de saber que están solas. En sus páginas, el amor crece como el experimento que permite quitar las capas de resistencia al mundo. ¿Puede la ternura ser algo tan brutal?
Las malas parece ser una herida, la herida de los cuerpos que no tienen lugar en este mundo, la de las vidas invivibles. Las que nacen bajo una amenaza de muerte, las que cumpliendo con su destino cumplen su propia condena. Pero es, sobre todo, el descubrimiento de que la escritura puede ser así de sensible, que ese ejercicio de memoria e invención estalla hasta la revolución en esas letras. Las malas es la fiebre del amor.