La masiva y autogestiva marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista reunió a un arco político y social sumamente heterogeneo. Opinan Leonor Cruz, secretaria de Géneros y Diversidades de la CTA Autónoma; Alba Rueda, activista transfeminista; y Nicolás Artusi, periodista y escritor.
Por Redacción Malas Palabras
Fotos: Luciano Dico
El sábado 1 de febrero, bajo un calor sofocante que envolvía a la ciudad de Buenos Aires, miles de personas se sumaron a la marcha federal del Orgullo Antifascista y Antirracista, desbordando las calles en respuesta al violento discurso pronunciado por el presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos. La movilización en la capital nacional comenzó a las 16 horas con una caminata que partió desde el Congreso hacia Plaza de Mayo, donde se concentraron distintas agrupaciones y colectivos políticos.
El clima agobiante no detuvo la marea humana, tampoco aplacó el fervor de quienes alzaban sus voces con furia y color. No hubo un líder nítido en una movilización donde hubo más de un convocante. Se trató, más bien, de un estallido colectivo de banderas arcoíris, pañuelos blancos, pancartas feministas y el eco sonoro de cánticos que nacían desde los edificios aledaños. La multitud, diversa y vibrante, se movía como un cuerpo vivo, pulsando latidos de resistencia, bronca y fiesta.
La manifestación llegó tras la asamblea de la comunidad LGBTNB+ autoconvocada una semana antes en el Parque Lezama para tomar acción frente a los dichos de Milei en Suiza, que vinculó la ideología de género con el «abuso infantil». Lo que comenzó como una reacción espontánea a esas declaraciones, rápidamente se transformó en una movilización sin precedentes. En apenas siete días, la marcha sumó el apoyo de más de mil organizaciones sociales, feministas, de derechos humanos, partidos políticos y sindicatos, con adhesiones tanto en Argentina como en el exterior.
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De Disney al Arzobispado
La irrupción del frente antifascista trastocó los planes del oficialismo, que intentó minimizar el impacto de la marcha con una respuesta tremebunda: “Frente a cada curva que ustedes quieran inventar, nosotros vamos a seguir acelerando”. Sin embargo, el descontento social creció, y la marcha se consolidó como una de las más multitudinarias de los últimos tiempos.
Este frente diverso, que unió a sectores de la sociedad muchas veces fragmentados, se plantó con fuerza. La protesta contó con el respaldo de figuras del periodismo como Luis Novaresio y Esteban Mirol, del mundo del espectáculo como el animador infantil Topa, y referentes culturales como Sandra Mihanovich y Daniel Molina, o políticos como el macrista Darío Lopérfido, quienes, desde sus posiciones apartidarias o de otros signos políticos, también se sumaron al repudio. Incluso el Arzobispado de Mendoza, a través del arzobispo Marcelo Colombo, apoyó la marcha, destacando que se trataba de «una invitación a la tolerancia para una vida social digna donde se tengan en cuenta a las personas”.
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La marea multicolor reunió a diversos sectores del sindicalismo feminista de las centrales sindicales CGT, UTEP, la CCC, ATE y las dos CTA, que han avanzado en un proceso de unificación desde el año pasado con el objetivo de fortalecer la resistencia ante el ajuste y las reformas impulsadas por el Ejecutivo.
«Lo que sucedió el sábado no fue solo una respuesta al ataque de Milei al feminismo y a las diversidades, es una respuesta a su modelo económico, social y cultural. No fue un mero gesto reactivo, es una manifestación de resistencia acumulada que responde a años de lucha. El año pasado decíamos ‘Somos marea, seremos tsunami’. Bueno, ahí lo tenés al tsunami», aseguró a Malas Palabras Leonor Cruz, secretaria de Géneros y Diversidades de la CTA Autónoma.
«Lo que sucedió el sábado no fue solo una respuesta al ataque de Milei al feminismo y a las diversidades, es una respuesta a su modelo económico, social y cultural. No fue un mero gesto reactivo, es una manifestación de resistencia acumulada que responde a años de lucha. El año pasado decíamos ‘Somos marea, seremos tsunami’. Bueno, ahí lo tenés al tsunami»
Leonor Cruz, secretaria de Géneros y Diversidades de la CTA Autónoma.
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En este sentido, Cruz advirtió que el Presidente no elige al feminismo y al transfeminismo como enemigos por casualidad, sino porque comprende su fuerza y capacidad de organización: “Las derechas entienden muy bien que es la fuerza organizada de nuestro país que ha venido en estas últimas décadas conquistando derechos con la mayor transversalidad y unidad. Milei entiende mejor que nosotras la potencia que tenemos. Entonces, ahí está la explicación también de por qué va a un foro económico internacional como el de Davos a atacar a la comunidad”.
Un frente diverso
Las repercusiones políticas no se hicieron esperar. Mientras que desde el oficialismo se intentaba restarle importancia a la marcha, sectores de la oposición subrayaron su relevancia, señalando que «marca un punto de inflexión» en la resistencia a las políticas de Milei.
Alba Rueda, activista transfeminista y primera persona trans en ocupar un alto cargo en el Poder Ejecutivo durante el gobierno de Alberto Fernández, alertó sobre los peligros del plan homofóbico de Las Fuerzas del Cielo: “El Presidente tiene una posición que lo describe y que tiene que ver con un plan económico que necesita modificar estructuralmente aspectos de la vida social. Uno es la reducción del Estado, pero el otro es el disciplinamiento social”.
“El Presidente tiene una posición que lo describe y que tiene que ver con un plan económico que necesita modificar estructuralmente aspectos de la vida social. Uno es la reducción del Estado, pero el otro es el disciplinamiento social”
Alba Rueda, activista transfeminista y primera persona trans en ocupar un alto cargo en el Poder Ejecutivo.
Al respecto, destacó el cierre del INADI como una clara acción para eliminar la protección de las minorías: “A este organismo iban los grupos que vivían discriminación en su casa, en su trabajo, en la calle. No es casualidad que este gobierno decidiera eliminarlo porque quiere un Estado que no represente a las minorías ni a los sectores más desfavorecidos”.
A su juicio, las políticas actuales pretenden «crear la figura del enemigo interno, de ‘el zurdo de mierda’, ‘el vividor del Estado’ para justificar un modelo económico excluyente. Para nosotros lo que viene es represión y violencia. Pero la respuesta social fue contundente: salimos a la calle con una consigna antifascista que desbordó lo político y se convirtió en un grito de la sociedad”.
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El periodista y escritor Nicolás Artusi también se sumó a las críticas al discurso de Milei, que, según él, denigra a quienes defienden los valores progresistas. «Estoy absolutamente harto de que el presidente me diga hijo de puta por televisión cada vez que tiene oportunidad. Siento que me lo dice a mí, y a cada persona que defiende una idea de comunidad», declaró a Malas Palabras, resaltando lo corrosivo de un discurso que, a su juicio, está buscando la división y el enfrentamiento.
Asimismo, rescató el valor de la organización social en este contexto de avance de la ultraderecha: “Nos han machacado con la idea de que lo comunitario es pernicioso. Yo me identifico con un pensamiento que hoy está demonizado al punto del insulto: el progresismo. Es más necesario que nunca reivindicar lo colectivo y plantarnos frente a un modelo que nos quiere divididos”.
“Nos han machacado con la idea de que lo comunitario es pernicioso. Yo me identifico con un pensamiento que hoy está demonizado al punto del insulto: el progresismo. Es más necesario que nunca reivindicar lo colectivo y plantarnos frente a un modelo que nos quiere divididos”
Nicolás Artusi, periodista y escritor.
¿El futuro de los derechos?
A pesar de la ola de críticas que generó su discurso en el Foro de Davos, Javier Milei no mostró señales de retroceder en su «batalla cultural». En línea con esta postura, anunció que prohibirá los tratamientos de hormonización e intervenciones quirúrgicas en menores de 18 años.“Esta decisión nos permite ir hacia un sistema más razonable, termina con los delirios impulsados por la nefasta ideología de género”, dijo el vocero Manuel Adorni.
Este enfoque se enmarca dentro de una agenda legislativa más amplia que el oficialismo continúa promoviendo —aunque por ahora en stand by tras la marcha— con la intención de modificar leyes claves como la Ley Micaela, el DNI no binario y los cupos de género, incluida la ley 27.636 de Acceso al Empleo Formal para personas travestis, transexuales y transgénero, que establece un porcentaje mínimo de puestos en el Estado para este colectivo. Entre los proyectos propuestos, se destaca la derogación de la ley 26.791, que incorpora el femicidio como un agravante en el Código Penal.
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En este contexto, el presidente expresó su postura en una entrevista con el periodista Esteban Trebucq, donde intentó desmentir que en el Foro de Davos hubiera relacionado la homosexualidad con la pedofilia. “Me apena mucho que ese colectivo haya sido usado por las basuras del Partido del Estado mediante un video que fue editado”, sostuvo.
Durante la conversación, reafirmó su postura crítica hacia la ideología de género y dijo que “llevada al extremo conduce al abuso. Por ende, son pedófilos. Parece una cosa menor, pero no lo es”. Además, cuestionó la evolución del feminismo, señalando que «antes era una causa liberal, pero hoy es una lucha de hombres contra mujeres. Si no adherís a este formato, te etiquetan, censuran y cancelan. El wokismo es profundamente violento».
Sin embargo, más allá de su resistencia discursiva, el gobierno se vio obligado a frenar momentáneamente sus proyectos tras las multitudinarias protestas, en un retroceso similar al ocurrido luego de las movilizaciones en defensa de la universidad pública.