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Nota publicada el 05 / 10 / 2022

La nueva marginalidad

Por Mariana Portilla y José Maldonado

Ilustraciones: Juan Soto

Fernando Sabag Montiel fue un “freak” toda su vida. Tenía casa, pero vivía en habitaciones precarias de alquiler en el oeste del Gran Buenos Aires. A veces, hasta dormía en su auto. Camaleónico, cambiaba con frecuencia de aspecto, de personalidad y de grupo de amigos: de fanático evangelista a cultor del death metal; de rastafari a místico con influencias neonazis. Sus amigos cuentan que era remisero, pero que trabajaba tres días y desaparecía cuatro. En el ambiente en el que se movía, generalmente era víctima de bullying y por eso, hace un tiempo había empezado a cultivar un perfil más “duro”. En marzo de 2021 la policía lo detuvo por llevar una cuchilla de 35 centímetros en la guantera de su vehículo. 

Brenda Uliarte, su pareja, tiene 23 años y una vida marcada por la tragedia. Hasta los cinco años vivió con su madre, que estuvo en pareja con un hombre que abusó de ella varias veces. Su padre -que se presentó en los medios como un “fanático kirchnerista”-, se la llevó a vivir con él, pero en realidad estaba al cuidado de su abuela, que falleció hace algunos años. En 2020 tuvo un hijo que murió a las pocas semanas de vida. También ofrecía contenido sexual por internet, a través de Only Fans, una plataforma que explotó en pandemia porque permitía a muchas mujeres y hombres tener ingresos sin salir de su casa. 

En el último tiempo Brenda se movía mucho por las calles de Buenos Aires vendiendo copos de azúcar junto a Fernando, a quien había conocido el año pasado en una fiesta. Aparecieron varias veces en móviles en vivo de la TV hablando pestes de los planes sociales. Aunque no tenía formación política, en los últimos meses se había acercado al grupo Revolución Federal, un núcleo de derecha que irrumpió entre los foros de antikirchneristas de la web en los últimos años y organizó escraches violentos contra políticos del Frente de Todos, dirigentes sociales y sindicales y también contra algunos dirigentes de Juntos por el Cambio a los que consideraban “tibios”. 

Doce días antes del intento del atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que para la Justicia ella instigó y ayudó a organizar, Brenda UIiarte subió a sus redes una foto donde se la veía frente a la Casa Rosada, participando de la movilización en la que arrojaron antorchas, huevos y piedras.

El líder de este grupo radicalizado se llama Jonathan Morel, también es otro joven “desencantado” con el sistema. Tiene 23 años, es carpintero y el creador de la guillotina que se exhibió en Plaza de Mayo junto a la consigna “Presos, muertos o exiliados”. Su padre es “esquizofrénico, falopero y chorro”, contó. Su madre lo tuvo a los 16 años. Pasó por varios empleos: vendió flores, lavó autos, fue canillita, atendió teléfonos en un call center y trabajó en un bar. Votó a Mauricio Macri porque es “antikirchnerista” pero como el ex mandatario lo “desilusionó muchísimo” ahora se identifica con el ultraliberal Javier Milei.

Morel y otro pibe compañero de andanzas, Leonardo Sosa, se movían por Buenos Aires a la cabeza de un grupo cada vez más numeroso que se había propuesto pasar a la acción directa en la radicalización de su discurso violento. El día de la asunción de Sergio Massa en Economía golpearon su camioneta y agredieron a movileros de la TV. En los foros de los que participaban, proponían “matar a todos los políticos” y se lamentaba “no tener una bazooka” para “bajar” el helicóptero del Presidente. 

A poco más de un mes de la noche en que Sabag Montiel gatilló sin éxito frente a la cara de Cristina Fernández, esta galería de personajes que venían moviéndose en las alcantarillas del sistema quedó frente a la vista de todo el país. Una generación de jóvenes y no tan jóvenes criados en las ruinas de una sociedad diezmada por el neoliberalismo, que fueron cultivando perfiles signados por el hartazgo, la alienación y la violencia y finalmente pasaron a la acción, inspirados en grupos de ultraderecha de Estados Unidos y en el discurso de los ultraconservadores españoles de VOX. 

¿Cómo puede interpretarse su irrupción en la escena social y política del país? ¿Son un nuevo sujeto político o apenas un grupo de marginales que proponen caos y violencia? Las dos preguntas siguen dando vueltas sin por ahora encontrar respuestas únicas. Hay otras, hay más: ¿estos marginales aparecieron como consecuencia de la crisis de representación de los partidos políticos? ¿Cómo hay que entenderlos? 

MIRAR LAS ALCANTARILLAS

Desde la sociología, Roberto Bacman propone una primera aproximación para definir a estos grupos. “Son marginales -dice a Malas Palabras el sociólogo y analista- Desde el punto de vista antropológico, diría que son tribus ocultas. Deciden que a la política hay que perseguirla desde la acción, se vuelven violentos y tienen comportamientos tribales. Y aparecen, básicamente, porque la polarización en la sociedad es cada vez mayor”.

Federico Fahsbender, escritor, periodista de INFOBAE y uno de los que con más rigor se aproximó a estos grupos, relativiza lo de tribus “ocultas”. Si bien el intento de magnicidio es insólito, la amenaza no es nueva, aclara. En el último año hubo al menos seis detenidos con historias similares, que amenazaron por redes con cometer atentados contra dirigentes políticos, desde Tucumán hasta Campana. Jóvenes que si no hubiesen sido detectados y detenidos tal vez podrían haber sido mass shooters (tirados masivos) algo totalmente nuevo para la Argentina. 

“El discurso de todos ellos era reaccionario. Algunos tenían libros nazis de Alfred Rosenberg, otros reivindicaban la estética alt-right (derecha alternativa)”, dice Fahsbender. Además, formaban parte de foros de incels, una palabra que deriva de la expresión en inglés “involuntarily celibate”, —celibato involuntario—, subcultura donde el discurso del odio a la mujer es una constante.  

El atentado frustrado contra CFK deja al descubierto que estos grupos vienen avanzado en organización y en ambiciones. Pero la politóloga María Esperanza Casullo es tajante: “Están presentes en Argentina desde hace ya varios años; las feministas, mujeres trans y activistas LGTBQ vienen siendo víctimas de campañas de acoso y difamación. No es cierto que nadie los viera venir. Las mujeres alertaron todo lo que pudieron y la respuesta fue decirles ‘no les den bola’ o ‘es solo un fenómeno de redes’”.

Aun si este fenómeno fuera el emergente de la crisis económica y de representación política, Casullo considera que hay que preguntarse por qué en los ‘90 los “grupos perdedores” tenían como salida marchar, hacer piquetes, apostar a la movilización y a nuevas respuestas colectivas y hoy alientan el caos y la violencia.

“Ahora se trata de personas que de manera mesiánica intentan asesinar a una figura política. Algo que nunca había sucedido ni en las peores crisis económicas de la Argentina. ¿Qué pasó? ¿Qué cambió en el sistema de inteligencia? ¿Qué cambió en los discursos de los que están incluidos en el sistema político? ¿Por qué la primera reacción de este grupo es ir a los medios de comunicación a buscar legitimación? Faltan variables para analizar”, advierte Casullo.

ES LA POLÍTICA

La primera mirada apunta a la política. Fernando Sabag Montiel, Brenda Uliarte y el resto de la “Banda de los Copitos”, como Nicolás Carrizo, también detenido, se movían más o menos cerca de grupos como Revolución Federal o Nación de Indignados. Pero Roberto Bacman propone una definición más precisa del vínculo de ellos con la política. “A estos grupos es muy difícil sentarlos a discutir. Tienen mayor referencia en los libertarios, no porque los libertarios generen a estos grupos, sino porque los libertarios profundizan en su discurso la antipolítica y estos grupos están dispuestos a comprar ese discurso. No pueden pensar más allá de eso y son muy peligrosos”, asegura.

Para la diputada nacional del Frente de Izquierda Romina Del Plá la aparición en la escena pública de estos grupos de derecha, “fachos-libertarios”, no es nueva: “Quizá es nuevo la centralidad política o el hacerse notar tan fuertemente. Pero nosotros venimos advirtiendo hace tiempo su accionar. Los hemos denunciado por los atentados a los murales de Mariano Ferreyra y por los ataques a locales de la Izquierda el año pasado en varias provincias”.

En diálogo con Malas Palabras, señala que desde el propio sistema, desde el propio régimen político, se les dio aire. “¿A qué me refiero? A todo el tiempo que se las propagandiza en televisión, se las deja hablar. ¿Por qué se los deja correr? Porque para el régimen es mucho más interesante que la presión social y el descontento con las fuerzas políticas que se han ido alternando en el poder se canalice por derecha y no por izquierda”.

AMISTADES PELIGROSAS

Mientras tanto, la investigación sigue su curso y trae novedades inquietantes. Los copitos tenían algún tipo de vinculación con sectores de la política o servicios de inteligencia, y organizaron -aunque con una torpeza propia de un grupo de marginales con pocas luces- un complot para matar a CFK y causar una conmoción nacional que los convertiría “en San Martín”.  Jonathan Morel, creador de Revolución Federal, por su parte, recibió transferencias millonarias de un fideicomiso que estaría vinculado a Caputo Hermanos, una razón social que pertenece a los hermanos del ex ministro macrista Luis “Toto” Caputo, por un supuesto trabajo de carpintería en Neuquén, según revelaron la AFI y la Unidad de Información Financiera (UIF).  

La sombra de los vínculos políticos de estos grupos con sectores del PRO volvió a levantarse cuando se conoció que Gastón Marano y Brenda Salva, abogados de Carrizo, líder de “los Copitos”, eran asesores de legisladores del PRO. En su primera aparición pública tras el atentado, Cristina Fernández puso el foco en ese punto y se preguntó cómo estos marginales podían tener acceso a abogados tan caros. Sus abogados defensores, por su parte, reclaman en la Justicia que se investigue la red de presuntos autores intelectuales. Durante el alegato por el juicio de la denominada “Causa Vialidad”, la ex Presidenta trazó un nexo entre la acusación del fiscal Diego Luciani y la escalada de violencia que culminó con el intento de su muerte: “Son la banda de autores materiales, lo tengo clarísimo a eso. Nadie puede pensar que esa banda planificó e ideó la autoría intelectual de lo que me hicieron”.

LA PANZA DE UN SAPO MUERTO

Más allá de lo que plantea la Vice y de las sospechas con vínculos con la oposición, para el periodista Federico Fahsbender hay que pensar en otro sentido al de esa pista. 

“Muchos desean ver en el intento de asesinato a Cristina Fernández una conspiración política a gran escala. Tal vez porque les reconforta saber que el mundo es un lugar oscuro en donde el poder al que apoyan es una víctima”, dice. Pero las pruebas en la causa muestran por ahora lo contrario, explica. “El intento de asesinato de CFK con un arma de casi 40 años sin una bala en la recámara no es un hecho político, porque la política por definición requiere orden y estructura. Y la Banda de los Copitos es el caos, el deseo de caos y violencia”.

“Es la panza del sapo muerto de una época que por conveniencia o por ignorancia o por estar simplemente fuera de tacto con personas 15 años más jóvenes muchos no observan”. “Hay una pregunta obvia para hacer: ¿qué fracasó en la Argentina de la historia reciente para que esta posibilidad triunfe? ¿Qué fracaso hay que debatir?”.

EL FUTURO

El arma en la cabeza de CFK puso en crisis los consensos sociales gestados desde el retorno de la democracia. Los discursos cargados de odio que escupen a diario los medios de comunicación y la dirigencia -de un lado y del otro- profundizan el quiebre político. ¿Un amplio acuerdo social puede frenar la amenaza neofascista? ¿Es posible construir un pacto con estos nuevos actores?

“Está claro que no hay ninguna posibilidad; estos sectores deben ser investigados a fondo y desarticulados”, indica Del Plá y considera que no tiene que haber una autocrítica del conjunto sino de aquellos que “los dejaron correr y que minimizaron la situación porque les servía como parte de la campaña”, por ejemplo, contra el movimiento piquetero.

En tanto, para el diputado bonaerense del Frente de Todos, Adrián Grana, estos grupos son funcionales a las estrategias de  Juntos por el Cambio: “Quienes tengan una verdadera vocación democrática deberían hacer una autocrítica por haber fomentado la violencia”. 

En este contexto, el legislador propone generar las condiciones para que estos espacios radicalizados no puedan expandir su metodología alcanzando consensos “no con ellos sino entre la dirigencia”. “Debemos ser capaces como representantes del pueblo de madurar para profundizar la democracia y construir un futuro de dignidad para todos”, finaliza. 

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