El escritor platense Gonzalo Zuloaga (Editorial Cariño, 2024) revela en Chistes para llorar las fallas de la sociedad burguesa a partir del humor
Por Laureana Cardelino– Profesora de Letras, poeta y editora de Todas las fiestas de mañana, editorial de poesía
A fines del 2024 se presentó Chistes para llorar, el último libro de poesía de Gonzalo Zuloaga, escritor platense autor de La pobre de las chetas, París tropical y Predicciones del año kitsch. La editorial Cariño puso en manos de los lectores un libro necesario, que conjuga el humor absurdo y el sarcasmo con el asombro provocados por la verdad de sus sentencias, en un contexto de ruptura social latente que pide un cambio colectivo.
¿Qué tiene el humor que es tan revelador de las fallas de la sociedad burguesa? En esta serie de poemas el autor transita con oído e ingenio las vicisitudes de su tiempo en clave de chiste. La aparente liviandad de esa palabra se disgrega en sus versos slogans o verdades absolutas que emergen del absurdo como punto de observación de la vida. El pasado está roto y es falso, el presente no es menos prometedor. ¿Qué pasará con el futuro?
Hay una cuestión pendulante entre los tiempos de la voz poética, el pasado y la actualidad, donde todo está quebrado desde el vamos. La inundación de la ciudad de La Plata barrió no sólo con la casa sino también con los recuerdos y la idea de familia, y el CD del intendente Alak aparece como un fantasma de una fiesta que nadie vivió.
“No queda nada de lo que fuimos”, dice Gonzalo, y nos hace pensar en un territorio vacío que hay que llenar: “una funeraria llamada /Amor/ o un hotel llamado Promesa”, introduce la idea de la contradicción como clave y esencia del lenguaje y de la vida.
El humor es político, transforma la realidad. Desde el sarcasmo al cinismo y también la ternura rompemos en carcajadas y dejamos asomar sonrisas cómplices con esta amargura compartida de vivir en una sociedad tilinga y fascista. La risa como instrumento de una inteligencia sensible a la realidad, capaz de establecer un puente con quienes leemos, desde la crítica y el amor.
“Afuera es un campo
minado de fascistas
meando agua bendita, cuidado”

Sonoridades
Poesía, crítica, humor y música pop son los componentes estructurales de Chistes para llorar. Humor negro y absurdo total. La morgue como amenaza de momificación de los deseos en contraposición a la posible germinación de futuras fiestas. La sonoridad de las palabras en su costado de absurdismo coyuntural.
Gaby Bex, Madonna, Urdapilleta y Batato son las voces que abren paso a imágenes de nostalgia y diversión, y juegos de lengua karateka, marca registrada de Moria Casán. Hay un diálogo con estas figuras, fragmentos de los textos y canciones que ingresan a los poemas de Gonzalo por algún lugar roto que comparten. También aportan lo suyo Marie Kondo y la mención especial de Susana Roccasalvo, en una línea que es genial.
La contradicción es la piedra brillante. La risa y el llanto, lo alto y lo bajo, el rico y el pobre, lo oscuro y lo claro, el sorete y la gema. Lo que se supone que está hecho para una cosa termina siendo otra muy diferente que se convierte en la norma. El humor ataca con palabras lo que se construyó con siglos de explotación y saqueo: nuestra identidad tercermundista.
La contradicción es la piedra brillante. La risa y el llanto, lo alto y lo bajo, el rico y el pobre, lo oscuro y lo claro, el sorete y la gema. Lo que se supone que está hecho para una cosa termina siendo otra muy diferente que se convierte en la norma.
La desigualdad es fundacional, también lo es la contradicción y la “Estética del default”, uno de los poemas finales, es la mejor definición del color de nuestra época. Pero, también cierto apego genuino por el masoquismo y la rareza de lo común. Dice: “Lo raro es cuestión de frecuencia” y también: “lo trucho/ me define,/lo que me destruye y me da vida/ conviven”
El sexo y el texto son las armas que tenemos. El cuerpo y la lengua pueden subvertir los valores pequeñoburgueses con que nos machacaron, a través del baile y del humor. Así aparece la ternura. Bailar y no esperar a que el futuro se haga solo.